En estos días estaba con una compañera en un almacén en donde queríamos conocer qué es lo que los consumidores compran para regalos del Día de la Madre.

Me dio tanta risa cuando la encargada dijo: "uff, aquí se desempaca un container de pijamas y se van a media mañana". Añadió que hay buenos precios.

En ese momento, una señora que estaba en el almacén dijo con un tono peculiar: "Oh sí, es verdad que tienen buenos precios porque un 8 de diciembre, hace años, recibí tantas pijamas que quedé con más ropa de dormir que para ir a trabajar".

Justo entonces pensé en esas tías a las que se nos olvida regalarles y que cuando mamá me dice: oye, vamos para la casa de Tía Cometa (la que aparece y desaparece) recuerdo "ashala, no le compré regalo" y corro al almacén a la sección de ropa de dormir y allá va la pijama.

Obvio que no hay que desmeritar a nadie y siempre pensar que la intención es la que cuenta, pero por favor, sobre todo los caballeros, las mamás también tienen otros gustos.

Y en esto hago énfasis porque, peor que las pijamas, están los que regalan vajillas, vasos, jarras, cosas para la cocina, cafetera, licuadora, ¡por Dios! ...y esto se los digo porque después de esta escena que viví hace días tuve el placer de conversar con otras madres que pedían este año recibir regalos diferentes como perfumes, cremas, maquillaje, joyería, una atención en un salón de belleza, una ida a comer (todas esas cosas que también les regalan a las novias).... así que ya saben, quedan seis días... ¡A deslumbrar a esa que nos dio el mejor regalo... la vida!