HEURISTICO
Viene Navidad

David Robinson | Para, Agencias de noticias

Generalmente, para estas fechas, la obstinada tradición obliga a comprar muchos regalos, pintar y adornar la casa, mandar tarjetas navideñas (por suerte existen las postales virtuales en Internet), visitar a familiares y amigos (hasta a la suegra y al cuñado que sólo saben pedir prestado), escuchar a Ismael o al Gran Combo. También ver las vidrieras de los almacenes adornadas con paisaje nevados (en un país con una temperatura media de 30 grados centígrados), comprar un oloroso arbolito (aunque sufra un ataque de sinusitis por el intenso aroma), armar el Nacimiento (claro está que después de comprar las piezas que los chiquillos dañaron el año pasado), asistir correctamente vestido al culto religioso de nuestra preferencia y, sobre todo, comer y beber en abundancia. Estos son los días del jamón, el pavo, los tamales, el ron ponche y las manzanas. Quizás este año me comporte como todo un nacionalista y reemplace las frutas importadas por mangos y guineos.

Pero también estas son las noches de la soledad, la frustración y el suicidio. Qué no decir de las deudas aumentadas y pospuestas hasta marzo. Siento que sería muy fácil hablar de Jesús nacido en la pobreza de un pesebre, de la sencillez de unos pastores, de la diáfana luz de una Estrella y la fe de unos Reyes. Es simple hacer el discurso de siempre. Pero ni la pobreza, ni la sencillez, ni la luz, ni la fe tienen sentido si no se toca el meollo del asunto. Y es que el fondo del argumento Caín lo planteó hace mucho tiempo: ¿Acaso soy el guardián de mi hermano?

Dependiendo de la respuesta se hace la diferencia entre amar y mercadear regalos, entre esperar al Niño Dios y esperar a Santa Claus, entre ser persona y ser consumidor, entre la voz en alto y la complicidad. Entre la Epifanía del Señor y el dominio de las tarjetas de crédito.

Ciudad de Panamá 
Copyright © 1995-2006 DIAaDIA-EPASA. Todos los Derechos Reservados