Un lunes Ruth fue a su buzón de correo y sólo había una carta. No tenía estampillas ni sello del correo. Sólo su nombre y dirección. Ella leyó:
Querida Ruth: "Voy a estar en tu barrio hoy lunes en la tarde y quisiera verte. Te quiere siempre, Jesús".
Ruth estaba feliz, pero recordó que no tenía nada que ofrecerle y fue al supermercado a comprar algo para la cena. Ella tomó su cartera y se dijo: "bueno, puedo comprar pan y embutidos por lo menos". Se puso su abrigo y salió. Compró un molde de pan francés, media libra de jamón de pavo y un cartón de leche, lo que le dejó con tan sólo B/.5.00.
Cuando iba para su casa, un hombre y una mujer acurrucados en la acera, vestidos de andrajos, le dijeron:
- "Mire señorita, no tengo trabajo y mi esposa y yo hemos estado viviendo en las calles, nos estamos congelando y tenemos mucha hambre, y si usted nos pudiera ayudar se lo agradeceríamos mucho".
Ruth dudó, porque no tendría qué brindarle a su invitado especial, pero luego les entregó la bolsa del supermercado.
- "Gracias. Muchas gracias señorita, le dijo la mujer, y Ruth pudo ver que estaba temblando de frío. "Sabe, tengo otro abrigo en casa, tome éste", le dijo mientras se lo ponía sobre los hombros. La pareja desposeída se fue contenta.
Ella regresó a casa y encontró otra carta en el buzón, que decía: "Querida Ruth: Fue muy agradable verte de nuevo. Gracias por la comida y gracias también por el hermoso abrigo que me regalaste. Por cuanto lo hiciste a uno de mis hijos, a mí me lo hiciste. Te quiere siempre, Jesús".
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