Cuando supimos que Pedro "Pellín" Ávila fue hospitalizado, todos nos preguntamos si la lógica no indicaba que esto pasaría.
Durante una semana entera, el mundo deportivo panameño y la familia del boxeo estaban pendientes de su estado de salud y si mejoraría.
Ávila sacó fuerzas y se puso en pie para acompañar a su pupilo Roberto "La Araña" Vásquez, en su cita mundialista en el Palais Omnisport de París.
La verdad, como periodista, veo en "Pellín" una persona que me inspira a pelear, sobre todo cuando sentía que el mundo se me derrumbaba en París y se me caía una Torre Eiffel de problemas.
Mientras peleaba con todos las computadoras del hotel, siempre aparecía para decirme que lo intentara, y yo sólo lo miraba a los ojos y me percataba de que era un ser humano con ansias de vivir.
Ávila tiene cáncer en la próstata, y meses atrás parecía que todo había concluido para esta leyenda de los entrenadores panameños.
Me toca oír a diario, cómo Héctor Rangel o Francisco Arroyo hablan de las enseñanzas de "Pellín", de las novedades que introdujo al boxeo panameño.
Ante todas estas cosas, sólo puedo sacar como conclusión que más que la fe en Dios de "Pellín", lo que lo mantiene vivo es el boxeo y el amor por este deporte, a quien muchos llaman noble y viril.
Sin una respuesta clara, le pregunté sobre la "La Araña". Sólo me respondió: "Hoy (ayer) saltaré la cuerda y entraré hasta el ring. No quieren que lo haga por salud, pero yo lo hago por Roberto", indicó "Pellín".
Debo confesar que, en cierta forma, me partió el corazón ver cómo se olvida la salud por el respeto a un deporte y el amor a un pupilo.
Lo cierto es que después de varios cambios en el metro de París, el cual cada día entiendo más, llegamos al Arco del Triunfo y le pedí a "Pellín", que en un lugar tan simbólico, de luchas y sacrificios, quería tomarme la foto con un vencedor de la vida.
Al final, como siempre, se coló "Amarillo", pero en fin, él también es parte de esta historia escrita una tarde de diciembre en la Ciudad de la Luz.
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