ENTRE NOS
Simplemente amor

Por: Elizabeth Muñoz de Lao ([email protected]) | DIAaDIA

No me gusta escuchar historias que desgranan el “sacrificio” de una madre. No, una madre no se sacrifica, simplemente ama.

Ni siquiera si da la vida por un hijo, es un sacrificio para ella. Es, simplemente, amor.

¿Acaso la virgen María soportó callada el sufrimiento de su hijo en la cruz sólo como un acto de sacrificio? No. Lo hizo porque sabía que lo que su hijo hacía era un acto de amor hacia la humanidad. Ese amor lo entendió su madre, lo compartió y lo aceptó con humildad.

Estoy plenamente convencida de que mi madre no se sacrifica por mí. Ella, simplemente, me ama. Lo demás, incluidos sus desvelos, sus miedos, sus alegrías por mis triunfos y sus tristezas por mis fracasos, viene por añadidura.

Durante el mes de noviembre estuve junto a otras madres, acompañando a mi hija mientras desfilaba con la banda de música de su escuela. Me entretenía mirando a cada mamá con sus frascos de “gatorade”, de agua, de alcohol “por si acaso”; me causaba gracia que no las veía cansadas, pese a sus años. Mas bien disfrutaban cuando la gente aplaudía a sus vástagos, al escuchar las melodiosas notas de sus instrumentos.

Estoy segura de que, al igual que yo, sólo escuchaban y “saboreaban” las notas del instrumento que tocaba su hijo o su hija. Las demás, se las llevaba el viento.

No era un sentimiento egoísta, no. Una madre no lo es. Era orgullo, era reminiscencias, era el recuerdo de aquel pequeñísimo ser que un día sostuvo ensangrentado y seboso en su pecho, acabadito de nacer. Ahora, ya crecido, lo veía sacar a flote sus talentos, y eso, queridos lectores, es como “master card”: para una madre no tiene precio.

¿Es, entonces, sacrificio “desfilar” ya con los pies cansados, las canas a flote y las dolasmas a cuestas? No. Es, simplemente, amor. ¿Es sacrificio llorar, reír, incluso disgustarse cuando no cumplen con sus deberes? No. Es, simplemente, amor.

Por eso y por mucho más, esta columna es un homenaje a todas las madres, lectoras de esta columna. Para ustedes, mis respetos y mi admiración. Forjar a las futuras generaciones, tal como lo hacen ustedes, es el más grande acto de amor a la patria, a sus hijos y a la humanidad. ¡Felicidades!

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