Psicología

Los niños ante un desastre natural


Denis Russo Calderón / Estudiante de Psicología - Universidad de Panamá -

A diferencia de otros eventos traumáticos, los desastres o las catástrofes son capaces de afectar todo el medio que rodea al niño o adolescente y a la comunidad en conjunto, sus normas y valores, instituciones, estructuras sociales y miembros que la componen.

Cuando se da un evento de esa magnitud, hay tres factores por la que un sujeto está expuesto. Entre ellas podemos mencionar el temor, ocasionado por la amenaza a la vida y la exposición a escenas dramáticas; el duelo, por posibles pérdidas de la vida de familiares, conocidos o amigos. Por la pérdida del entorno habitual, de confianza y autoestima; y la alteración de la vida cotidiana. Sin embargo, estos factores logran tener más repercusión en niños y adolescentes que en adultos, quienes de una manera directa o indirecta son afectados por lo que ocurre a su alrededor. La evidencia científica de Laos y Wolmer en el año 2007 asegura que los niños y adolescentes son la población más expensa a padecer alteraciones psicopatológicas producto de catástrofes ambientales y entre más pequeño sea el sujeto, más duradera y profunda será la afección; de modo que los niños y/o adolescentes podrán correr el riesgo de presentar regresiones o desviaciones en su desarrollo y una serie de cambios en su comportamiento producto de la experiencia vivida, de modo que también se verá afectado su esfera psicosocial.

Cambios

Los cambios comportamentales están estrechamente ligados a miedos y temores, ansiedades, pesadillas, juegos traumáticos repetitivos y depresiones.

Puede aparecer en horas o días después del evento, permanecer activos durante años y hasta cronificarse.

El tipo de síntomas dependerá de la edad del sujeto.

Apoyo del adulto

Existe un factor determinante para el proceso de percepción en los niños y la manera en que puedan responder ante situaciones traumáticas y se trata de la presencia, antes y después del desastre, de una persona adulta que le brinde la seguridad que ellos necesitan sentir.

El adulto ha de ser un agente detonante a las respuestas que el niño o adolescente dé ante situaciones catastróficas.

Otro aspecto es el grado en el que el sujeto se encuentra expuesto. Como mencionaba anteriormente, existe un grado de afección directa y otro indirecto en el que va a depender qué tan cerca o qué tan lejos se encuentra el sujeto del lugar del desastre, depende también si tiene familiares involucrados, hablando de las maneras más directas en el que el niño o adolescente se puede ver involucrado.

Viéndolo de una manera indirecta, los medios de comunicación juegan un papel cuando al momento de buscar la novedad, presentan imágenes que pueden llegar a ser impactantes para un niño o adolescente.

Los menores son capaces de minimizar o extinguir su dolencia como forma de mecanismo de defensa para no preocupar a los padres también afectados.

Los menores también son capaces de percibir lo que otros están sintiendo y lo internalizan, es decir, toman los sentimientos de otros.

No es bueno

Según Palanca 2006, hay errores que sin querer cometemos cuando confundimos la superación y el olvido con el silencio o falta de manifestaciones emocionales en los menores, lo que contribuye a que sean muy pocos los menores que reciben la ayuda necesaria en el momento debido y se vean inmersos en la ola del silencio que más tarde aparece, no siempre de la mejor manera.