Soy madre, sin embargo, me abruma escuchar el tono "romántico" con que nos describen los demás.
Una y otra vez resuenan en mis oídos expresiones como: "lo da todo por sus hijos sin pedir nada a cambio", "es sacrificada", "es abnegada", "es ejemplar", y un largo etcétera.
¡Dios mío! Ese montón de adjetivos me tiene traumatizada, porque yo no me siento así. Tampoco mi madre es así, aunque es la más sabia del mundo.
Les explico antes de que piensen que estoy "satanizando" a las mamás:
Primero, eso de "sin pedir nada a cambio"... ¡me lo cambian! Yo, por mi parte, sí pido algo a cambio. Si trabajo junto a mi esposo para que mis hijos vayan a una escuela privada y a una universidad, sí pido... no, exijo, que salgan bien en la escuela. Si no lo hago, pensarán que todo se lo merecen y, por lo tanto, se pasarán la vida de juerga en juerga a costa de nuestro trabajo. Eso no es lo malo, lo peor viene después: cuando hayamos muerto no tendrán con qué hacerle frente a la vida.
Así me crió mi madre santísima, con una diferencia de cuerazos más, cuerazos menos, y más adorarla y agradecerle no puedo.
Luego viene eso de "sacrificada". ¡Ja!, nada más lejos de la verdad. Las madres luchamos por nuestros hijos porque los amamos. Punto. Cuando se ama, uno no se sacrifica. Lo que hace, lo hace con gusto.
Y viene lo bueno: "ejemplar". ¡Santo Padre! Tamaña responsabilidad nos han dado. Qué difícil es para una persona tan imperfecta como yo, ser un ejemplo. Que conste, que trato de serlo. Pero cuando mis hijos llegan con una mala nota o me desobedecen, "me monstruoseo", como dicen ellos. ¡Ese no es un buen ejemplo!
A veces, hasta me siento hipócrita ante ellos, porque luego de una "monstruoseada", pongo mi cara de pocos amigos, pero por dentro, me estoy muriendo por el dolor de haberlos regañado y la culpa por no haberlos "comprendido".
De cualquier forma, aunque no seamos perfectas ni tan desinteresadas ni tan ejemplares, no hay dicha más grande que ser madre.