Mi mandinga y su aguinaldo

Redacción | DIAaDIA

Cual moderna mandinga, Teresa, mi tía favorita, formó esta mañana su respectiva fila y cobró su muy anhelado y mucho más necesitado aguinaldo navideño; me refiero, por supuesto, al décimo tercero de diciembre; bonificación muy bien ganada con el sudor de la frente de mi parienta.

Tía Teresa, al igual que la cucarachita novia del ratoncito Pérez, también pensó sesudamente durante algunos minutos en los artefactos o adornos que podría comprar con sus pocos centavos. Ella se preguntaba e inmediatamente se contestaba: ¿Me los gasto en dulces y calorías? ¡No!; ¿En aparatos que gastan muchas baterías? ¡No!; ¿En ropa pasada de moda? ¡No!; ¿En el pozo de los tesoros? ¡Sí!

Por suerte tal prodigio no es una invención de nuestras abuelas, sino una realidad bien concreta y bastante fácil de hallar; basta dirigir los pasos a cualquier librería. Allí se pueden hallar los aludidos capitales culturales.

Como buena mandinga inteligente, y también una mandinga muy original, tía Teresa caminó por todas las librerías de esta ciudad. ¡Lástima que no son muchas! Pero le fueron suficientes para enriquecer su espíritu. ¡Y quiso compartir sus nuevas riquezas con sus seres queridos!

Se imaginó a sus hermanas entretenidas en algo diferente a las telenovelas, a sus vecinas abandonando el viejo hábito del chisme, a sus hijos hablando de algo diferente al último reguetón, al amargado de su marido sonriendo con sus nuevos descubrimientos y a ella misma un poco más cercana a su ideal de mejor persona.

En estas fiestas tía Teresa va a regalar libros a sus familiares y amigos. Aunque a veces no son tan baratos, Teresita regalará con cada libro un sin fin de universos. Por supuesto que a mí también me obsequiará con varias preciosidades de textos. Creo que voy a imitar a mi tía favorita y este año también gastaré mi décimo tercer mes en los más valiosos obsequios: los libros.

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