Lázaro fue integrado a la selección nacional por los hermanos Dely Valdés.
Redacción
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Ni en el mejor de los sueños podía imaginar que iba a trabajar al lado de los mayores de la Roja. Los hermanos Dely vieron en Lázaro Gómez el utilero ideal. Le sacaron de su ciudad natal, Colón, cuando los dos estaban allá. Pasó de lavar la ropa y limpiar los tacos de los futbolistas del Árabe, para hacerlo con los mejores representantes del fútbol panameño. Vivía allá con sus padres, pero decidió trasladarse a la capital porque era una oportunidad que no podía dejar escapar. Llueva o haga sol, Lázaro no falta ni un solo día al Estadio Rommel Fernández. Llega a las seis de la mañana y se marcha al filo de las cinco de la tarde. Ni una mala cara ni un mal gesto. Ama su trabajo y transmite su energía a los que le rodean. Los jugadores lo consideran un hermano e incluso Jorge y Julio Dely Valdés lo invitan de vez en cuando a participar durante unos minutos en la práctica de los equipos. Al final de la práctica le tomamos unas fotos, y los jugadores sobre la grama se quedaron sorprendidos de por qué hablábamos con él. Al entrevistarlo le dijimos: "Usted también está haciendo méritos suficientes para que salga en nuestro diario y cuente sus vivencias futbolísticas".
Siempre tuvo claro que más que futbolista su vocación era la de trabajar al lado de los futbolistas. Tener siempre preparada la ropa de entrenamiento y de juego lo enorgullece más que nada en el mundo. "Los jugadores de la 'sele' me apoyan y me ayudan en todo. Yo también los apoyo en lo que puedo. Siempre me animan y me dicen que siga trabajando duro para cumplir mis sueños. Me han cogido mucho cariño y yo a ellos. Son unos chicos fantásticos y estoy muy contento de poder trabajar a su lado".
Y de Colón, pasando por la ciudad de Panamá, sus anhelos no concluyen ahí. "Mi sueño es trabajar en otro país. Quisiera quedarme con la selección, pero me gustaría probar fuera del país. La selección es lo máximo. Sin embargo, mi sueño se completaría totalmente si pudiera trabajar en el fútbol español o en el mexicano".
Al filo de las 12 de la mañana, mojado hasta los huesos, Lázaro comenzó la segunda parte de su jornada laboral. Llevar la ropa a lavar y dejar impecables los tacos para que los chicos de la absoluta entrenen con normalidad. Su devoción por el fútbol y sus ganas de triunfar en su labor, oscura, pero tan necesaria como cualquier otra, son dignas de admiración.