Don Roque fue un padre que trabajó por su hijo, se entregó a él. Al morir su esposa, un día fue a visitar a su hijo. -¡Hola papá! ¡Qué milagro que nos visitas!
-Ya sabes que no me gusta molestarte, pero me siento solo, estoy cansado y viejo.
-Pues a nosotros, nos da mucho gusto que vengas a visitarnos, entra esta es tu casa.
-Gracias hijo, pues temía ser un estorbo.
-Entonces, ¿no te molestaría que me quedara a vivir con ustedes?
-¿Quedarte a vivir aquí? Sí, claro, pero no sé si estarías a gusto.
-Mira hijo, si te causo muchas molestias olvídalo, alguien me tenderá la mano.
-Mis hijos no me perdonarían que los saque de sus cuartos, a menos que te quedes a dormir en el patio.
-Dormir en el patio, está bien.
-El hijo de Roque llamó a su hijo de 12 años. -Dime papá.
-Mira hijo, tu abuelo se quedará a vivir con nosotros. Tráele una cobija para que se tape en la noche.
-Sí con gusto. ¿Y donde va a dormir?
-En el patio, pues no quiere incomodar.
Su hijo subió por la cobija, tomó unas tijeras y la cortó en dos cuando llegó su padre.
-¿Qué haces Luis? ¿Por qué cortas la manta de tu abuelo?
-Sabes papá, estaba pensando...
-¿Pensando en qué?
-En guardar la mitad de la cobija para cuando tú seas viejo y vayas a vivir a mi casa.