El entrenador del Barcelona, el holandés Frank Rijkaard, obligó al delantero Ronaldo de Assís, Ronaldinho, a prolongar su entrenamiento pese a que el astro brasileño ya había decidido enfilar el camino a los vestuarios.
Ronaldinho, acostumbrado a quedarse en el gimnasio en las sesiones de recuperación o a dar por finalizadas las mismas cuando él lo consideraba oportuno, aceptó las órdenes del técnico de mala gana y, con semblante serio y aire displicente, se dispuso a completar los ejercicios físicos.
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