Justicia por encima del odio


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Gisela Bonilla escribe un libro sobre lo ocurrido a las víctimas y familiares. Cree que Noriega ya no tiene poder porque no tiene las armas. Dinero, sí y debe indemnizarlos.

Foto: Cortes?

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    Gisela Bonilla escribe un libro sobre lo ocurrido a las víctimas y familiares. Cree que Noriega ya no tiene poder porque no tiene las armas. Dinero, sí y debe indemnizarlos.

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    Noriega hoy no tiene peso, porque el poder se lo daban las armas, dice Bonilla.

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    Gisela Bonilla escribe un libro sobre lo ocurrido a las víctimas y familiares. Cree que Noriega ya no tiene poder porque no tiene las armas. Dinero, sí y debe indemnizarlos.

    Foto: Cortesía

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    Noriega hoy no tiene peso, porque el poder se lo daban las armas, dice Bonilla.

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    Gisela Bonilla escribe un libro sobre lo ocurrido a las víctimas y familiares. Cree que Noriega ya no tiene poder porque no tiene las armas. Dinero, sí y debe indemnizarlos.

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    Noriega hoy no tiene peso, porque el poder se lo daban las armas, dice Bonilla.

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    Gisela Bonilla escribe un libro sobre lo ocurrido a las víctimas y familiares. Cree que Noriega ya no tiene poder porque no tiene las armas. Dinero, sí y debe indemnizarlos.

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    Noriega hoy no tiene peso, porque el poder se lo daban las armas, dice Bonilla.

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    Gisela Bonilla escribe un libro sobre lo ocurrido a las víctimas y familiares. Cree que Noriega ya no tiene poder porque no tiene las armas. Dinero, sí y debe indemnizarlos.

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    Noriega hoy no tiene peso, porque el poder se lo daban las armas, dice Bonilla.

Elizabeth Muñoz de Lao - DIAaDIA

No se trata de odio ni de venganza, se trata de justicia. De eso está convencida Gisela Bonilla, esposa de quien fuera el ejecutivo de Moisés Giroldi, Jorge Bonilla Arboleda, asesinado en Albrook tras la intentona golpista contra Manuel Antonio Noriega aquel aciago 3 de octubre.

Ese día, ella estaba trabajando en el MIVI cuando los compañeros anunciaron a voz en cuello que le habían dado un golpe al general. ¿Quién lo hizo?, preguntó, y la respuesta la paralizó: Moisés Giroldi, el jefe directo de su esposo.

Ella solo pensó en salvar lo más preciado: la vida de su hija, entonces de 11 años y hoy licenciada en Banca y Finanzas. Se fue a su casa, la llevó al aeropuerto y la envió para Chiriquí con sus abuelos. Al regresar, varios autos del G-2 (inteligencia militar al mando de Noriega) vigilaban su vivienda. No entraron, pero la vigilaban sin recato; luego se enteró de la masacre por la televisión, recuerda Gisela, para quien la reconciliación, el perdón o el olvido solo tienen significado si se hace justicia.

¿Cómo reconciliarnos si ni Noriega ni el resto de los culpables ha pedido perdón público y muchos andan por las calles, como Asunción Eliécer Gaitán, quien participó en la masacre de Albrook?, se pregunta Gisela, hoy lejos de su patria.

Cómo reconciliarse si Luz de Lorenzo, la esposa de Nicasio Lorenzo Tuñón tenía un mes de embarazo cuando lo mataron; si Petra de Ortega, quien quedó con cuatro hijos, no reconoció a su esposo, porque era un monstruo debido a las torturas que sufrió junto con los otros 10 golpistas. Lo reconoció por los pies. Hay hijos que hoy, a 22 años, lloran la muerte de su padre, porque no pudo estar con ellos para su graduación, para su quinceaños...

¿Cómo reconciliarse?, insiste Gisela. No es cuestión de pasar la página, no.

Y es que, Noriega no solo se ensañó con los que mataron, sino también con sus familiares. Por ejemplo, a ella y a otras viudas que tenían hipotecas con la Caja de Seguro Social o la Caja de Ahorros les pusieron un juicio por jurisdicción coactiva para que entregaran sus casas el 2 de enero, lo que no se dio, pues se suscitó la invasión. Su vivienda tenía un seguro, de manera que si el esposo murió, la casa quedó pagada, pero no respetaron eso. Salió un edicto emplazatorio el 12 de noviembre en los periódicos de Editora Renovación, S.A. (Ersa) para quitarles las casas. “Pasaron barbaridades, solamente los que vivimos eso podemos entenderlo”, dice.

Ahí está Chalo González, quien fue indultado. Ahí está Asunción Eliécer Gaitán que entra y sale de Panamá. Entonces de qué estamos hablando, ¿cómo nos podemos reconciliar?, pregunta.

Lo ideal para ella sería que Noriega pague por sus crímenes en la cárcel, pero a él lo podrán visitar sus nietos, sus hijas, su esposa. A su esposo Jorge Bonilla Arboleda, no.

 
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