Rogelio vive sin riñón


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Rogelio Aguilar está a la espera de un segundo trasplante.

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Damaris Flores / Chiriquí - DIAaDIA

Rogelio Aguilar, un chiricano oriundo de Las Lomas de David, vive sin riñón, pero con muchos deseos de seguir adelante y a la espera de un trasplante cadavérico en el hospital regional Rafael Hernández.

Este optimista y valiente hombre de 48 años fue diagnosticado con insuficiencia renal en 1995, por especialistas en nefrología, quienes dijeron que la causa era viral. Pasó más de seis meses en diálisis, hasta que fue trasplantado en julio de ese mismo año en Medellín, Colombia, debido a que en Panamá aún no se realizaba este tipo de operaciones.

Luego, en 2009, volvió al tratamiento de hemodiálisis, ya que perdió el riñón y esto afectaría su salud.

Aguilar señaló que “con la experiencia todos estos años de convivir como paciente trasplantado y en tratamiento, he aprendido que si no se le da un seguimiento al paciente como debe ser, cae en el riesgo de que su condición desmejore. También comprobé que la mejor manera o método para dar asistencia al paciente, es la docencia y ver cómo va evolucionando ante el tratamiento. A la vez se debe hacer un llamado de prevención a la población en general, ya que cada día que pasa se nos suman más”.

Le preocupa lo anterior, porque en la sala de hemodiálisis existe un hacinamiento por la gran cantidad de pacientes que hay, aunque se cuenta con cinco turnos. Cada paciente recibe el tratamiento por cuatro horas.

Solo hay dos nefrólogos y poco personal de enfermería, y se atienden pacientes hasta de las provincias de Bocas del Toro, Chiriquí y Veraguas, acotó Aguilar.

Confesó que para esa época él desconocía sobre cómo llevar el tratamiento, debido a que el paciente de hemodiálisis se descalcificaba, por lo que los especialistas le implantaron en su brazo la fístula y un catéter, “pero para mí es mejor porque el tratamiento no es tan doloroso. Estoy consciente de los riesgos que corremos”. Entre estos: caída de la presión arterial, problemas hemorrágicos, que se colapse la fístula, infección en los catéter, y que exista de pronto intolerancia o alergia a determinados filtros; pero hasta el momento él no ha tenido problema .

Los especialistas dicen que el promedio de vida de un catéter es de seis meses como máximo, y Rogelio tiene más de dos años con el mismo y no ha tenido inconvenientes al momento de recibir las diálisis.

Aguilar dijo que en sus años como paciente trasplantado aprendió que el convaleciente debe ser fiscalizado por el médico durante el tratamiento.

 
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