"¿No son las horas y los relojes Invenciones tóxicas?" Eugenia Toledo-Keyser
¿Sabía que posiblemente el último vaso de agua ingerido por usted, bien pudo ser hace miles de años orine de mamut? ¿O de tigre dientes de sable? ¿Por qué no? Las moléculas de agua tienen millones de años dando saltos por el planeta, viajando de un océano a otro, transformándose de aguacero a neblina, entrando y saliendo de la vida. Así que, ¿Por qué negar la posibilidad de que el fresco líquido bebido hoy, no fue espumante fluido excretado por un paquidermo o un felino hace 30 000 años?
Si el agua ayer tuvo una utilidad y hoy tiene otra, ¿a qué tantas otras cosas no le sucederá lo mismo? ¿Puede pasarle lo mismo a los gustos y sentimientos? Claro que sí. Podemos trasladar y aplicar esta no muy agradable y húmeda imagen a la vida diaria y podremos comprobar que lo que ayer nos parecía conveniente, puede que hoy sea algo que prefiramos evitar por inconveniente. Lo contrario también ocurre. El agua fresca no lo será eternamente y el amargo orine, tampoco. Sino, pregúntele a aquel que se divorció y volvió a ser una persona divertida.
¿Quién dijo que el triunfo profesional de hoy no será la derrota de mañana? ¿Quién dijo que una dolorosa ruptura en el amor no es la experiencia básica para una futura relación exitosa? Es como el cadáver que después de apestar la atmósfera se convierte en alimento de margaritas. O como la colorida amapola que es transformada en los venenosos opios y heroína. Ni el hedor ni la belleza han de serlo para siempre.
¡Qué vértigo! Parece ser que lo único que nos queda es bebernos nuestros respectivos tragos de excreta amarga o fresco líquido y aprender algo en el proceso.
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