"No estoy reviviendo estos recuerdos, tal vez los estoy expiando".
AUGUSTO ROA BASTOS
Uno de los fenómenos culturales del siglo XX fue el nacimiento de la literatura de autoayuda. Ella se caracteriza por el traslado y aplicación a la vida diaria de diversas técnicas psicológicas, pedagógicas, neurolingüísticas y hasta de mercadeo. Sus autores coinciden en la importancia de ser felices hoy; no mañana. Hoy, esa premisa es indiscutible; pero, ¿qué es el presente? Entre sus variados componentes el presente tiene dos muchas veces negados: la memoria y la expectativa. Afirmaciones como: "Lo pasado, pisado" o "sólo se vive hoy" abundan en nuestro léxico cotidiano; mientras que la sentencia: "Quien olvida su historia está condenado a repetirla", parece ir perdiendo arraigo.
Es insano vivir cargando el pasado o pendiente del futuro y olvidar el presente; pero también atomizar el tiempo hasta reducirlo a una secuencia de instantes puede ser fuente de infelicidad. ¿Tendrá esta última idea algo que ver con el aumento de abiertos o solapados suicidios? Nuestras evocaciones son tan parte nuestra como los músculos y huesos. Sin la memoria, ¿cómo podríamos repetir los ratos felices? Ahora, el futuro por no haber ocurrido no puede ser parte de la información que manejamos. Pero sin una visión del mañana toda misión es imposible y ningún compromiso puede admitirse.
La esperanza puesta en la venida de mejores tiempos casi es un mandato genético, y arrebatársela a un individuo o a un pueblo debería considerarse un crimen de lesa humanidad. ¿Qué es el presente? Una ecuación donde dos de sus elementos son el pasado y el futuro. Ojalá y en este diciembre el pavo y el jamón, los tamales y el zaril nutran nuestro espíritu y nos den la suficiente fuerza para recordar la habilidad de sonreír y el coraje para esperar ser felices, a pesar de todo y aunque sea un poquito cada día. Pero claro, ilusionados por la esperanza y con el mazo dando.
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