Esta es una historia que se repite cada día en muchos hogares de Panamá y el mundo.
Y es que esa cajita o cajota, según el tamaño que la familia pueda pagar, se ha convertido en el centro de cada casa, y más aun, en el corazón y razón de ser de miles de niños, niñas, jóvenes y adultos.
Tanta atención recibe, que ha desplazado a hijos, padres, hermanos y abuelos, porque atrae, cual gigantesco imán, la preferencia de chicos y grandes.
Por eso, un niño de esos tantos desplazados por esa caja, escribió la siguiente oración:
“Señor, esta noche te pido algo especial, quisiera convertirme en un televisor, quisiera ocupar su lugar. Quisiera vivir lo que vive la tele de mi casa. Es decir, tener un cuarto especial para mí y reunir a los miembros de mi familia a mi alrededor. Ser tomado en serio cuando hablo y convertirme en el centro de atención al que todos quieren escuchar, sin interrumpirle ni cuestionarle.
Quisiera sentir el cuidado especial que recibe la tele cuando algo no funciona y tener la compañía de mi padre cuando llega a casa, aunque esté cansado del trabajo. Y que mi madre me busque cuando esté sola y aburrida, en lugar de ignorarme. Y que mis hermanos se peleen para estar conmigo. Y que pueda divertir a todos, aunque a veces no les diga nada.
Quisiera vivir la sensación de que lo dejan todo para pasar unos momentos a mi lado.
Señor, no te pido mucho, ¡sólo vivir lo que vive cualquier televisor! “
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