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Sufrimiento y un adiós sin regreso

Elisinio González G. | DIAaDIA

"Mi papá, mi papá, suéltame que quiero ver a mi papá", gritaba ayer entre lágrimas el pequeño Juan José, de seis años de edad, mientras una de sus primas no le permitía ingresar en la residencia ubicada en la calle Francisco Gómez Miró, en Natá.

Y es que en el interior de la humilde morada, en una caja se encontraba su padre, Eduardo Ramos, quien le dijo adiós a este mundo terrenal el pasado sábado en la ciudad capital, cuando un camión recolector de basura impactó el panel Hyundai en el que viajaba, al momento que regresaba de participar del Torneo Gubernamental de Softbol.

Escenas de este tipo, en la que sobresalían el llanto y el dolor, fueron las que inundaron ayer la provincia de Coclé, en el último adiós que se le brindó no sólo a Ramos, sino a sus otros seis compañeros y al conductor del busito, que lo acompañaban en ese panel que se accidentó en la autopista Este que conduce al Estadio Nacional Rod Carew, adonde nunca llegaron a descansar.

Coclé se vistió de luto, pero despidió con aplausos que salían del corazón al conductor Luis Sarmiento, y a siete de sus tripulantes: Juan Sánchez, Pablo Pinilla, Eduardo Ramos, Horacio González, Elías Tuñón, Abel Sánchez y Domingo Moreno, que unas horas antes de morir, vistieron con mucho orgullo la camiseta de la Caja de Seguro Social de Aguadulce en el Estadio Andrés "Andy" Alonso de Parque Lefevre.

ENTRE APLAUSOS

Estos ocho ciudadanos de la tierra de la sal y del azúcar fueron recibidos con calle de honor por un pueblo que los llevará siempre en el corazón.

La primera parada fue en Penonomé, donde trabajadores de la CSS de ese sector, le dieron la bienvenida a Elías Tuñón.

Este joven pelotero, que jugaba la posición de receptor, llegó en el auto del ex diputado Noriel Salerno, porque la carroza en que viajaba sufrió desperfectos mecánicos en Coronado.

Tuñón trabajaba en Aguadulce, pero era muy querido en la CSS de Penonomé, porque su esposa laboraba en esta sede.

MOMENTOS DE DOLOR

Como se había planeado, cada una de las personas fallecidas iba a pasar unas horas en sus respectivas residencias, antes de recibir cristiana sepultura.

Era evidente que las siguientes horas serían difíciles... horas que hasta el más fuerte de los corazones quedaría hecho pedazos.

Y así sucedió. Lágrimas y gritos de dolor no faltaron cuando, a petición de sus compañeros, los cuerpos sin vida de Eduardo Ramos y Domingo Moreno fueron llevados al lugar donde laboraban, la Policlínica Juan de Dios en Natá.

¿Mingo, por qué nos dejaste? ¿Mingo, por qué? decía con mucho sufrimiento una de las compañeras de Domingo, quien era jefe de personal en la institución.

"Tanto Domingo Moreno como Eduardo Ramos eran excelentes compañeros. Ramos era trabajador manual y hacía de todo", comentó María Isabel Camargo, una compañera de labores.

Otro que tuvo palabras de elogio, pero para Domingo Moreno, fue Edwin Chanis, presidente del club de softbol La Zona.

"Domingo fue uno de nuestros mejores peloteros. Siempre fue alegre dentro y fuera del terreno. Nunca lo olvidaremos", precisó.

LLANTO DEL CORAZON

Los féretros de Eduardo Ramos y Domingo Moreno permanecieron unos minutos en lo interno de la institución.

Había llegado el momento de llevarlos al lugar donde pasaron los mejores momentos de su vida con sus familias.

A unas dos calles de la policlínica, en la Francisco Gómez Miró, vivía Eduardo Ramos.

Era una humilde residencia que estaba inundada de un profundo dolor.

"Mi papá, quiero ver a mi papá", gritaba con toda su fuerza Juan José, al que no le permitían ver a su padre.

Al pequeño nadie lo podía consolar. Y es que no existe ni existirá un antídoto para calmar este dolor.

"¡Ay, Dios mío, ayúdame para calmar este dolor!", decía a gritos y en medio del llanto la esposa del difunto, Gisela Moreno, quien a su vez se hacía preguntas que quedaban en el aire: "¿Por qué Dios mío, por qué me lo quitaste?".

A una corta distancia de la residencia estaba Eduardo Ramos, de 11 años, quien observaba con sus ojos llenos de lágrimas a su madre, mientras ésta era presa del dolor.

Las escenas de sufrimiento no bajaron de intensidad en el lugar donde vivía Domingo Moreno.

Los gritos inundaban lo interno de la residencia. Eran gritos de la esposa de "Mingo", Daysi. "¿Por qué Dios mío?", gritaba sin consolación.

A unos cuantos pasos de Daysi estaba su hija de cinco años, Yerlyn, junto con su hermanastro Javier Vargas, quien no paraba de llorar.

ÚLTIMO ADIOS

El tiempo era el principal enemigo. Sin embargo, no fue impedimento para que DIAaDIA visitara el hogar de Abel Sánchez, Juan Sánchez, Pablo Pinilla y Luis Sarmiento, unas horas antes de que fueran llevados al cementerio.

En la residencia de Abel, una de sus mejores amigas, Lalys Valenzuela, lo recordó con mucho entusiasmo.

"Abel siempre estaba contento. Antes de viajar a Panamá, siempre hablaba del campeonato de softbol en el que iba a participar. Siempre le gustó el béisbol", dijo Lalys, casi llorando.

A Juan, por su parte, también lo recordaron con el corazón.

"Siempre le gustó el béisbol. Hasta fue selección de la categoría Juvenil de Coclé", dijo uno de sus primos, Carlos Sánchez.

En esta residencia, la madre de este pelotero, Obdilia Garcés, no dejaba de repetir lo bueno que era su hijo con sus mayores tesoros: Valerie (3 años) y Ashley (5 años).

"Ellas te van a extrañar muchísimo. No debiste ir a jugar a Panamá", decía Obdilia, mientras abrazaba con fuerza el ataúd.

RECUERDOS IMBORRABLES

En la residencia de Pablo Pinilla se respiraba mucho dolor. Y así lo hizo saber uno de sus hermanos, Javier.

"Mi hermano era gran deportista, buen amigo y buen padre. Recuerdo que antes de viajar a Panamá, su hijo le dijo que se llevara una foto de la familia, pero mi hermano le respondió que no era necesario, porque siempre los iba a llevar en el corazón", comentó.

Pablo Pinilla era padre de Paola (3 años) y Pablo Francisco (9 años).

Mientras que a muchos kilómetros de distancia de Pinilla estaba ubicada la residencia de Luis Sarmiento, en Llano Bonito.

Con mucha gentileza Iris Urriola, hijastra de Luis, sólo emitió palabras del corazón.

"Luis Sarmiento fue un padre para mí. Siempre le estaré agradecida de todo lo que hizo por nosotros", acotó.

EN EL CAMPO DE JUEGO

Antes de recibir cristiana sepultura, los ocho cuerpos fueron llevados al Estadio Municipal de Softbol de Aguadulce, donde de seguro muchos de ellos jugaron alguna vez con alma, vida y corazón.

En este acto lleno de dolor apareció el grandes ligas coclesano, Carlos "El Caballo" Lee, quien era compadre de Pablo Pinilla.

Lee, respetuosamente, le dijo a los medios que no podía dar declaraciones, porque estaba afectado por la pérdida de un buen amigo. Nota: Busque el retrato de la última alineación del equipo en la página 31.

16 NIñOS EN LA ORFANDAD

De los siete softboleros de la Caja de Seguro Social de Aguadulce que perdieron la vida, seis tenían retoños.

Domingo Moreno (uno), Eduardo Ramos (dos), Pablo Pinilla (dos), Horacio González (dos), Juan Sánchez (dos) y Elías Tuñón (tres). El conductor Luis Sarmiento tenía cuatro hijos.





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