Aún quedan marcas de las balas. (Foto: NICANOR ALVARADO)
Maryorie Patiño Jaén
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Su hija fue lo más importante. La señora Guadalupe Hernández tuvo "la peor experiencia de su vida". Para ese tiempo, ella vivía en Los Andes # 2, ubicada a pocos kilómetros de Tinajitas.
Recordó que la noche del 19 de diciembre, mientras terminaba de hacer sus labores cotidianas, una bomba cayó en la casa de uno de sus vecinos; destruyó parte del techo e hizo caer la vivienda.
El temor de morir fue su sentimiento inmediato, su hija sólo tenía diez años y su esposo, por cuestiones de trabajo, estaba en el interior del país. En medio de la desesperación, cerró las puertas de su casa para evitar que los militares entraran, le puso una paila en la cabeza a la niña y se tiró al suelo. Sólo contaba con el apoyo de su hermana, quien se fue para su casa, pues su esposo, Ricardo Ariza, no había logrado comunicarse con ella.
"Cuando llegué a la ciudad, todo era un desastre, fue algo muy doloroso, por lo que empecé a llorar", expresó el señor Ricardo, quien logró volver a su casa una semana después de la invasión.