“Causa Justa”... ¿para quién?


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Junto a este edificio se pararon dos helicópteros B-52 a ambos lados, impactando los pisos 9, 13 y 12.

Odalis Orozco

  • “Causa Justa”... ¿para quién?

    Junto a este edificio se pararon dos helicópteros B-52 a ambos lados, impactando los pisos 9, 13 y 12.

    Odalis Orozco

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    Junto a este edificio se pararon dos helicópteros B-52 a ambos lados, impactando los pisos 9, 13 y 12.

    Odalis Orozco

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    Junto a este edificio se pararon dos helicópteros B-52 a ambos lados, impactando los pisos 9, 13 y 12.

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    Junto a este edificio se pararon dos helicópteros B-52 a ambos lados, impactando los pisos 9, 13 y 12.

    Odalis Orozco

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    Junto a este edificio se pararon dos helicópteros B-52 a ambos lados, impactando los pisos 9, 13 y 12.

    Odalis Orozco

Odalis Orozco - DIAaDIA

Cicatrices. Cuando llegan los recuerdos a las memorias de aquellos que vivieron la invasión de los Estados Unidos a Panamá el 20 de diciembre de 1989, sus rostros se transforman en gestos de tristeza e impotencia al saber algunos que no pudieron hacer nada al ver caer bajo fuego de las armas a sus amigos cercanos, vecinos y familiares. La provincia de Colón fue uno de los escenarios de los enfrentamientos violentos; al igual como se vivió en la ciudad de Panamá, en los barrios de El Chorrillo o San Miguelito.

La morgue del Hospital Amador Guerrero estaba llena, no había espacio para un cuerpo más y en las afueras del nosocomio, se ubicó un contenedor refrigerado de la lechería, pero no para repartir leche, si no para alojar los muertos que iban en aumento; de igual modo se tomaron las neveras gigantescas del local de la Estrella Azul, en la calle 4ª (hoy no existen estas instalaciones) para poder ubicar los cadáveres, pero este sitio no fue suficiente para alojar a tantos muertos, según manifiestan colonenses que relatan algunos de los hechos ocurridos esa madrugada del 20 de diciembre de 1989.

Hospital Coco Solo

Uno de ellos es Diego Meléndez, quien se encontraba realizando reparaciones a su abarrotería ubicada a la entrada de Villa del Carmen, a eso de las 11:30 p.m. del 19 de diciembre, amanecer del 20; él con su cuñado y otros vecinos terminaban los trabajos. “No era peligroso trabajar de noche”, relata Diego, “porque en aquella época no estaba la delincuencia como hoy. Como todos los días llegaron unos clientes habituales, pero esta vez tarde, siempre llegaban casi a la hora de cierre de la abarrotería; eran tres guardias de seguridad que compraban sus ‘lonches’ para la larga jornada nocturna. El que conducía les decía que se apuraran a los otros dos, porque iban tarde. Pero estos tres trabajadores jamás se imaginarían lo que les esperaba a pocos metros de la abarrotería, al llegar al hospital Coco Solo, que era de propiedad de la Armada de los Estados Unidos, a 300 metros de la barriada Villa del Carmen. Meléndez solo escuchó el ruido de las metralletas y una fuerte explosión; al asomarse vio a lo lejos el fuego, luego los vecinos gritaron lo que ocurría: invadían Panamá. Como pólvora voló la noticia de que les habían disparado a los guardia de seguridad; los vecinos más cercanos pudieron ver el suceso”, señala Meléndez. Por dos días estuvieron los cadáveres de estos tres hombres allí. “Nunca olvidaré esa escena; a los dos días intenté ir a la ciudad de Colón, al pasar allí estaban tirados aún mis fieles clientes, estos tres hombres que iban a cumplir su labor y fueron confundidos con miembros de la Fuerza de Defensa” señaló Meléndez.

Edificio de los 15 pisos

Otro punto de ataque fue el “edificio de los 15 pisos” como se le conoce; allí a las 11:30 a.m. comenzó la pesadilla, según relata César Banqué. “Un exmiembro de las Fuerzas de Defensa disparó con una Ak-47 desde el piso 12 a un helicóptero de los estadounidenses”, aseguró César. Mientras, Luis Alberto Peter, quien vivía en el piso 15, dice que lo que ocurrió ese día no se lo desea ni a su peor enemigo. Solo escuchó el estruendo y sintió que el edificio templaba, luego otros dos (estruendos) más y corrió con su familia hacia a la escalera; cuando iba en el (piso) 13, se acordó que su pequeña hija Raiza, de un año, dormía plácidamente en su cama, y subió nuevamente a buscarla, pero al tomarla en su brazos la sintió sin movimiento, estaba como muerta, contó Peter, así que la sacudió y esta empezó a llorar, “pensé que la había perdido”, dijo. “Bajé rápidamente y pasé a la pequeña a su madre, porque en el piso doce, con otros dos vecinos, apagamos el incendio que se había iniciado”, manifestó Peter. En el piso 12 había impactado uno de los cohetes, y los otros dos en el 9 y 14, atravesaron la infraestructura, dejando a los dueños de varios apartamentos heridos y el edificio endeble. Peter manifestó que uno de los cohetes llegó a explotar en el edificio de la panadería “Salty” y los otros dos en el mar. En el edificio donde estaba ubicada la panadería varias personas fueron gravemente heridas, las cuales aún tienen las secuelas del plomo. Una familia entera quedó lisiada, “la familia de Tellito”, agregó en tono entrecortado Peter. En “el 15 pisos” falleció una niña de un año, por asfixia con humo, y varias personas resultaron heridas, las de los apartamentos por donde pasó el proyectil. Peter relató que al bajar del edificio todos tuvieron que enseñar pañuelos blancos y sábanas para que el fuego de las armas cesaran, y durmieron en las aceras, porque no se atrevían a subir al edificio. Esta edificación luego fue condenada desde el piso 9 hasta el 15. Los otros inquilinos continuaron pagando y hoy el banco hipotecario quiere lanzarlos, dice Peter.

Saqueos

En tanto, César Banqué dice que perdió dos primos, ambos hermanos, uno sentado a la mesa comiendo cuando un guardia de la extinta Fuerza de Defensa disparó sin reparo y que hoy este no ha pagado por su crimen; este hecho ocurrió en la calle Séptima y Central. Su primo se llamaba Daniel Rosales; mientras el otro murió en Cristóbal, estaba en el saqueo, pero llevaba un artefacto que quería otra persona y lo asesinó para quitárselo.

Para Banqué ese fue el comienzo de la muestra de la falta de valores y sentido humanitario que se perdieron en ese instante. “Muchos no murieron en manos de los militares estadounidense, también están los caídos producto de los saqueos. En Casa de Flete, en Cristóbal, muchos murieron al ser aplastados por los contenedores cuando estos se voltearon y cayeron sobre las personas que estaban fuera”, explicó Banqué.

“Fui y entré a un contenedor, este comenzó a desbalancearse, porque estaba arriba de otro contenedor, por el movimiento de las personas una parte quedó en el aire y otra en parte firme; me quedé quieto, al igual que los otros, pero busqué la salida, sentí temor y regrese a casa; de los quedaron allí no sé que pasó. Dios me dio otra oportunidad de ver el peligro en el momento justo”, aseveró Banqué.

Otro hecho que viene a la memoria de Banqué es lo ocurrido en el Muelle de Coco Solo; muchos de los del Servicio Naval murieron en los enfrentamientos, otros nadaron hacia la ciudad. “El mar ese día se tiñó de sangre”, dijo melancólico.

Fosas comunes

Roxana Coindet dijo que por un momento le pareció algo increíble y lo tomó a la ligera, pero al transcurrir de la noche, se fue informando de sucesos tristes y de una tragedia tras otra, hasta que llegó la triste noticia de que a los esposos Benjamín, dueños de la panadería ubicada en la ciudad de Colón, les habían disparado los soldados de las Fuerzas Armadas de los Estados Unidos cuando se dirigían a su negocio. El señor Jorge Benjamín quedó herido y su esposa, Diana Jaramillo de Benjamín, falleció instantáneamente en el sitio. Coindet explica que el día del entierro de la señora Diana no había transporte, tuvo que hacer el viaje a pie desde la Refinería Panamá, barriada San Pedro B, hasta Colón. “En el camino me encontré con varias personas fallecidas algo impresionante; al llegar a la Ciudad de Colón teníamos que hacer largas filas para luego ser revisados por las Fuerzas de Defensa de los Estados Unidos; ese día caminé hasta el Hospital Amador Guerrero” recordó Coindet. El día del entierro en el cementerio Monte Esperanza, al llegar al sitio, se encontró con una montaña de bolsas negras y cuerpos de muchos jóvenes, que eran parte del equipo de la Marina de Coco Solo; eran cientos de personas muertas y estaban abriendo fosas comunes para enterrarlos. “Fueron esos sucesos vividos los que hoy hacen recordar cuántas vidas inocentes se perdieron en esa fecha”, sentenció Roxana con lágrimas al recodar ese momento. Pero las ironías de la vida, según dice Roxana, la llevaron a revivir ese instante; después de varios meses fue contratada como funcionaria municipal

en el Departamento de la Alcaldía y fue designada para representar a la entidad en las exhumaciones de la fosas comunes; esta vez vio sacar esos cuerpos descompuestos y allí observó a padres, hermanos y amigos de esos cadáveres desconocidos, que con solo ver un reloj, un anillo o apenas un pedazo de trapo, lloraban afanosamente a sus difuntos.

Para Banqué no hay justificación, ni explicación que para agarrar un solo hombre, se tomarán el país a la fuerza.

Para los entrevistados, la fecha no es para revivir odios, si ni para olvidar, es para que los gobiernos venideros reflexionen sobre sus acciones. En un pueblo pacífico como Panamá, sus habitantes pagaron con sus vidas los errores de aquellos que gobernaban. Los humildes, señalaron los entrevistados. Aquellos que no militaron con nadie.

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