Soy de madre santeña y padre panameño, pero criado en Antón, provincia de Coclé y aunque han sido distintos los chiricanos que he conocido, los de este fin de semana fueron fuera de serie.
Me tocó viajar a la provincia de Chiriquí la mañana del viernes, es gracioso, pero por la fama que tienen los chiricanos cuando uno viaja o conoce a alguien de esa provincia, siempre tiene sus dudas.
"Chiricano tenía que ser", se suele decir a una persona quien nos cae "pesada", pero debo admitir que esta vez, como se dice, me callaron la boca. No tuve queja alguna del trato que recibí en dicha provincia.
Regresé a casa el domingo, cansada, pero feliz y sobre todo satisfecha y hasta honrada por personas preocupadas por que mi grupo de amigos y yo estuviéramos bien, ya sea en cuanto a comida, dormitorio y hasta en paseos.
Nunca escuché una mala frase, un mal gesto, ¿dónde quedaron esos chiricanos engreídos y antipáticos? no lo sé, pues allá conocí personas amables, atentas, sencillas y hospitalarias.
Ojalá y todos fueran como esos que nos acogieron ese fin de semana, quienes nos dieron a "los extranjeros" una muy buena impresión, aunque como dijeron en una ocasión: "lo único que nos falta es un Figali Convention Center".