Un día, cuando era estudiante de secundaria, vi un compañero caminando de regreso a su casa.
Se llamaba Kyle. Iba cargando todos sus libros y pensé: "¡Debe ser un nerd!". Yo tenía planes para el fin de semana: fiestas y un partido de fútbol con mis amigos.
Mientras caminaba, un montón de chicos corrieron hacia él, le tiraron todos sus libros y le hicieron una zancadilla que lo tiró al suelo. Sus anteojos volaron, él miró hacia arriba y pude ver una tremenda tristeza en sus ojos. Mi corazón se estremeció, así que corrí hacia él, le acerqué sus anteojos y le dije: "¡esos chicos son unos tarados, no deberían hacer esto!". Me miró y me dijo: "¡Hola, gracias!". Había una gran sonrisa en su cara que mostraba verdadera gratitud. Lo ayudé con sus libros. Me contó que se acababa de cambiar de una escuela privada. Yo nunca había conocido a alguien de escuela privada.
Le pregunté si quería jugar al fútbol el sábado, conmigo y mis amigos, y aceptó. Estuvimos juntos todo el fin de semana.
Durante los siguientes cuatro años, Kyle y yo nos convertimos en los mejores amigos. El día de la graduación, él dijo el discurso: "La Graduación es un buen momento para dar gracias a aquellos que nos han ayudado en estos años difíciles: a padres, maestros... pero principalmente a tus amigos". De repente comenzó a contar la historia de aquel día que nos conocimos. Ese día él había planeado suicidarse y por eso llevaba todos sus libros. Seguidamente, me dio las gracias desde la tribuna y yo... aprendí que nunca debes subestimar el poder de tus acciones, porque pueden cambiar, para bien o para mal, la vida de otros.
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