Había una vez un niño llamado Jorge, que el día de los Reyes Magos pidió veinte juguetes.
Su madre le dijo: Tú debes comprender que los Reyes Magos tienen camellos, no camiones; segundo, no te caben en tu habitación, y, tercero, mira otros niños y no te enfades porque tienes que pedir menos.
El niño, ya en su habitación se dijo: "Es verdad lo que ha dicho mamá, debo hacerles caso, soy muy malo". De inmediato cambió la lista y eliminó diez juguetes. Quedó en quince.
Cuando se lo dijo a sus padres, éstos preguntaron: "¿Y eso lo vas a compartir con tus amigos?".
No, dijo Jorge, porque son míos y no los quiero compartir.
Pasron los días y la familia se dio cuenta de que no tenía ni Nacimiento ni árbol de Navidad. Y fueron de tienda en tienda, pero se habían agotado. El niño vio una estrella y rezó esto: Ya sé que no rezo mucho, perdón, pero quiero encontrar un Nacimiento y un árbol de Navidad. De pronto, se les paró el auto, se bajaron, y se les apareció un ángel que dijo a Jorge: Has sido muy bueno en quitar cosas de la lista, así que te daré el Nacimiento y el árbol. Pasaron tres minutos y el auto volvió a andar.
Por fin llegó el día de los Reyes Magos. Cuando Jorge se levantó y fue a ver los regalos que le habían traído, se llevó una gran sorpresa. Le habían traído los veinticinco de la lista original.
Enseguida, despertó a sus padres y les dijo que quería repartir sus juguetes con los niños más pobres. Así lo hizo y desde ese día aprendió que dar es mejor que recibir.
|