Navidad tras las rejas


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Hay internas que tienen más de un año de estar presas y aún están a la espera de un juicio.

Foto: ARCHIVO

  •  Navidad tras las rejas

    Hay internas que tienen más de un año de estar presas y aún están a la espera de un juicio.

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  •  Navidad tras las rejas

    Está un poco más delgada.

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    Está un poco más delgada.

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    Está un poco más delgada.

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    Está un poco más delgada.

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    Está un poco más delgada.

Nayeli Williams - DIAaDIA

“No llores mamá, por favor no llores”. Eran las palabras de una joven a su madre ayer, mientras la visitaba y le deseaba feliz Navidad en el Centro de Rehabilitación Femenino. Lo que para la mayoría de los panameños era un día especial, para algunas mujeres se convirtió en horas de sentimientos agridulces: la felicidad por encontrarse con sus seres queridos se unía con la amargura de saber que tan solo estarían juntos tres horas para luego despedirse.

Ya sentados en las bancas, los familiares sacaban el jamón, ensaladas y el famoso arroz con guandú e improvisaban una cena navideña. Todo fue rápido, pues la visita solo era de 9:00 a.m. a 12:00 mediodía.

De todo

Mujeres mimando a sus bebés recién nacidos, otras que miraban con emoción a sus niños que, inocentes, desconocían el porqué su madre estaba lejos de ellos. Otros más grandes se divertían con juegos de azar.

No todo fue tristeza, el tiempo fue bien aprovechado por algunas internas que hasta pedicure y alisados hicieron. “De alguna manera hay que mantener la mente distraída”, aseguró una de ellas.

Se lastiman

La mayoría de las detenidas están en el centro por delitos ligados a las drogas, tres de ellas explicaron a DIAaDIA que hay féminas que para aplacar el dolor por estar distante de su familia, se hacen cortadas en las manos.

Ayer, las visitas eran para las internas que trabajan en los talleres del penal. ¡Feliz Navidad!, les decían a las otras detenidas que estaban en el área restringida, tras las cerca que las separaba por esas tres horas, pero que durante semanas, meses y hasta años las une.

Finalmente, el timbre sonó y las lágrimas que fueron retenidas por tres horas salieron. Besos y abrazos de parejas, madres, hijos, amigos no se hicieron esperar. Muchos cartuchos de comida quedaron allá en el penal, pero eso no menguaba el dolor por el encierro y la ausencia de familiares.

Ya afuera, consanguíneos se miraban unos a otros y en su silencio compartían ese mismo dolor.

 
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