La pobreza ha sido su cárcel por años, y por tanto sacrificio hoy sufre las consecuencias.
La tierna abuelita María Lozano reside en un improvisado cuarto frente a la Multi 1 en Santa Cruz. El soporte principal de su vivienda es la pared del Mercado de Abastos, hogar que le consiguió su esposo, el chiricano Porfirio Espino, desde hace cuatro años.
Ella es colombiana, pero hizo toda su vida en el pueblo de Yaviza, en Darién, donde crió a sus cuatro hijos a punta de trabajo en el monte.
Lozano comentó que a sus vástagos los ve de vez en cuando y le agradaría que esa realidad cambie. Hoy se la pasa sentada en la puerta de su casa, viendo el tiempo transcurrir y soportando en silencio los fuertes dolores de cabeza, como consecuencia del cocimiento del guarapo y la empapada de la lluvia, después de tirar machete bajo un ardiente sol para conseguir el sustento diario. Doña María no recuerda cuántos años tiene. Dijo que su cédula la carga uno de sus hijos y reiteró que antes no era menester reconocer a los hijos.
SUS HIJOS
Ricardo Murillo, voluntariamente, se ha encargado de atender a estos viejecillos, por eso lo consideran un hijo más.
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