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HEURÍSTICO
Cascabel...

David Robinson | DIAaDIA

"¿Acaso no existen las malas intenciones

Disfrazadas de buenas razones

Disculpas para matar al hermano?" Eugenia Toledo-Keyser

Generalmente, para estas fechas la obstinada tradición obliga a comprar muchos regalos, pintar y adornar la casa, enviar miles de felicitaciones, mandar tarjetas navideñas, visitar a familiares y amigos, escuchar a Ismael o al Gran Combo, de repente, cantar Noche de Paz, ver pasar las posadas, comprar un oloroso arbolito, armar el nacimiento, asistir correctamente vestido al culto religioso de nuestra preferencia y, sobre todo, comer y beber en abundancia. Estos son los días del jamón, el pavo, los tamales, el ron ponche, el saril, el arroz con guandú, los turrones, las uvas, las peras y las manzanas.

Pero también estas son las noches de la soledad, la frustración y el suicidio. ¿Qué no decir de las deudas aumentadas y pospuestas hasta marzo?

Siento que sería muy fácil hablar de Jesús nacido en la pobreza de un pesebre, de la sencillez de unos pastores, de la diáfana luz de una Estrella y la fe de unos Reyes. Es simple hacer el discurso de siempre, pero ni la pobreza, ni la sencillez, ni la luz, ni la fe tienen sentido si no se toca el meollo del asunto. Y es que el fondo del argumento Caín lo planteó hace mucho tiempo:

¿Acaso soy el guardián de mi hermano?

Dependiendo de la respuesta, se hace la diferencia entre amar y mercadear regalos, entre esperar al Niño Dios y esperar a Santa Claus, entre ser persona y ser consumidor, entre la voz en alto y la complicidad. Entre la Epifanía del Señor y el dominio de las tarjetas de crédito.

¿Acaso soy el guardián de mi hermano?





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