Aquí muestran los controles de calidad en la planta de café. (Foto: ALEXANDER OMAR SANTAMARÍA / EPASA)
Didier Hernán Gil
| Enviado Especial DIAaDIA
Cuarta de cinco entregas...
Aunque la vida de las personas que viven o dependen de la droga tienen como destino la cárcel o la muerte, en Colombia hay familias campesinas que estuvieron colaborando con los narcotraficantes para poder subsistir, pero no tenían vida propia.
La inseguridad y el temor eran parte de su diario vivir. En cada hogar no se esperaban buenas noticias, pese a que estaban trabajando por buscar su sustento. Sin embargo, al presentárseles la opción de desarrollar proyectos alternativos y dejar atrás el mundo de los cultivos ilícitos, como la hoja de coca para procesar la cocaína, hoy consideran que fue la mejor decisión que asumieron.
UNOS ANCLADOS, OTROS PROGRESARON
Al principio hubo muchas dudas y algunos campesinos desistieron de salir de ese camino de oscuridad; no obstante, hay jefes de familias como Óscar Emilio Naranjo y Daniel García, quienes hoy realizan actividades como la apicultura, la cosecha de café y cacao, entre otras labores, como una alternativa de sustitución de los cultivos ilícitos.
SE TRABAJA COMO "SALVAJES"
Daniel García es el cabecilla de una de las 160 familias guardabosques, que son apoyadas por el Programa de Gestión Presidencial en Colombia Contra Cultivos Ilícitos y la Financiación de la Red Acción Social de las Naciones Unidas. Él admite que fue "raspachín", es decir, aquel campesino que llega a las plantaciones de coca durante ocho horas al día y se dedica a cosechar esta popular y hasta ambiciada hoja.
"Entre más hojas se recojan es mejor, pues ese es el rendimiento de uno y así mismo es la paga", expresó. Recalcó que esta labor es incómoda, y para protegerse un poco las manos de heridas o llagas, se las forran con trapos.
"Ese trabajo es como salvaje. Nos pagaban 40 mil pesos por cada ocho arrobas (cada arroba tiene 25 libras)", dijo.
García tiene tres hijos y a todos los tiene estudiando. Aunque gana menos en su labor como guadabosque, reconoce que vive más tranquilo y no tiene temor de las autoridades por andar en cosas ilicítas.
"Gracias a este programa, todo ha marchado bien. Antes vivía en una inseguridad que ni siquiera podía salir a Santa Marta, pues se corría peligro. Con mi nuevo trabajo estamos reforestando nuestro patrimonio, nuestra Sierra y se sale uno de lo ilícito", finalizó.
LO ARRIESGAN TODO...
Oscar Emilio Naranjo es de la región de Río Piedra y actualmente se dedica al trabajo con las abejas, con unas 24 colmenas productivas. Este campesino reconoce que estuvo en el trabajo de la coca, pero al paso aclaró que a él no le gustaba ser "raspachín", por lo que su fuerte era trabajar en la carga de la gasolina, traslado de hojas de coca, comida y otros insumos para los traficantes.
Solo tenía que prestar sus mulas, razón por la cual se levantaba a las 4: 00 a.m., les daba de comer a sus animales de carga y esperaba a que amaneciera para emprender su jornada.
TODO ES SACRIFICADO
Al salir el sol, cogía camino entre cinco y siete horas, pasando por las trochas de la Sierra Nevada, hasta el punto de encuentro donde recibían la carga. Por esta misión se le entregaba entre 20 y 25 mil pesos por cada animal que subiera con carga, es decir, unos 12 dólares. Pero no todo es tan fácil como parece, pues si la Policía aparecía, entonces él y sus compañeros salían huyendo y abandonaban la carga. Por esa pérdida material a veces tenían que pagar hasta 300 mil pesos.
Oscar Emilio reveló que estuvo en esa situación solo una vez, pero ocurre constantemente. En ese caso, para reponer el daño tuvo que dejar uno de sus animales a cambio. Aclaró que los colaboradores de los traficantes no tomaron represalias contra su persona.
Se estima que una mula puede estar costando entre 800 y 900 mil pesos colombianos, lo que representa una inversión de aproximadamente 400 dólares.
AL MENOS DA PARA COMER...
"La ganancia no era muy buena. Más o menos te alcanza para mantenerse", relató el campesino, quien agregó que sus animales se agotaban demasiado, tanto es así que, luego de dejar la carga, tenían que esperar a que la mula descansara entre tres y cuatro días para volver a casa.
Haciendo un cálculo, todo este trajín le representaba a este campesino ausentarse unos diez días de casa. Aunado a esto, ese trabajo no le garantizaba tranquilidad, ya que tenía que dormir a la intemperie, a veces bajo la lluvia, expuesto a las picaduras de mosquitos o las mordeduras de serpientes.
En casa de Oscar Emilio, el panorama no era muy alentador, puesto que ellos no sabían si él regresaba. Para garantizarles comida a su esposa y siete hijos mientras él regresaba, lo que hacía era pedir dinero prestado o por adelantado a los intermediarios para que su familia quedara abastecida.
En esas empinadas lomas de la montaña, los campesinos puede correrse el riesgo de perder a sus mulas.
Todas esas malas experiencias llevaron a Naranjo a buscar un nuevo estilo de vida. Fue así que conoció de la Red EcolSierra, en donde vio nuevos horizontes a través de la apicultura. "La gente de mi pueblo está viendo que la miel también da dinero para vivir", recalcó.
El trabajo de la miel también es combinado con el cultivo de café. DIAaDIA conoció que en la finca que administra Oscar Emilio tiene siembros de maíz, yuca, hortalizas y culantros. Adicionalmente, puede contratar a muchachos para que le ayuden en las cosechas, razón por la cual considera que está en su mejor momento de la vida.
MAS GANANCIAS
Víctor Cordero, gerente de la Red EcoSierra, informó que son una organización campesina de 600 familias, entre las cuales hay familias guardabosques. Explicó que en la planta de café se procesan 150 toneladas anuales, que son sometidas a certificación orgánica para su exportación. Manifestó que los valores agregados con la exportación de café son distribuidos entre las familias que aportan a esta producción, y se espera que sea mucho más para las próximas temporadas, lo que indica que estas familias tendrán una buena bonificación por la actividad que desempeñan, cosa que no ocurría cuando laboraban en los cultivos ilícitos.
ESTAN HACIENDO UN ALTO EN SUS VIDAS
Una vocera de la Presidencia de la República de Colombia informó a este medio que los proyectos contra cultivos ilícitos han llegado a 23 departamentos, 121 municipios y 106 mil 826 familias colombianas. Detalló que para estas iniciativas se utilizan dos estrategias: una de ellas es la erradicación manual voluntaria y otra es la erradicación manual forzada. "La idea es prevenir la expansión de cultivos ilícitos. Ellos hacen un compromiso de no siembra ni resiembra de cultivos y lo sustituyen por proyectos productivos", explicó la funcionaria.
Hasta el momento se han establecido 441 mil 817 hectáreas de proyectos legales, entre ellos cultivos de caucho, cacao, palmas, café, forestales, miel, pimienta, palmitos, apicultura, artesanías, posadas ecoturísticas, entre otros.