Entraron en la historia. Grecia, Porto y Once Caldas acabaron con la hegemonía de los grandes, aunque Brasil se mantuvo como el mejor seleccionado del mundo, con Ronaldinho como rey en lo individual.
La rebelión de los chicos llegó en avalancha durante un 2004 en el que menudearon los episodios de racismo en los estadios europeos y la tragedia se enseñoreó en la familia del balompié mundial con muertos o heridos entre futbolistas, técnicos y dirigentes.
Grecia fue campeón de la Eurocopa, Porto ganó la Liga de Campeones y Once Caldas se consagró en la Copa Libertadores de América. En esos tres eventos se fueron con las manos vacías grandes potencias del fútbol como Alemania, Italia, España, Real Madrid, Milan, Manchester United, Boca Juniors y Sao Paulo.
Lo de Grecia fue sencillamente colosal: a sus pies se rindieron no sólo los gigantes de Europa, sino también el anfitrión Portugal, al que le ganó en el choque inaugural (2-1) y también en la final (1-0), hiriendo todo el orgullo de esa nación que tenía preparada la gran fiesta.
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