
Según el mendigo, está soltero y sin compromiso.
Fotos: ROBERTO BARRIOS
Según el mendigo, está soltero y sin compromiso.
Fotos: ROBERTO BARRIOS
Según el mendigo, está soltero y sin compromiso.
Fotos: ROBERTO BARRIOS
Las ventas de latas y hierros es su única forma de subsistir.
Según el mendigo, está soltero y sin compromiso.
Fotos: ROBERTO BARRIOS
Las ventas de latas y hierros es su única forma de subsistir.
Según el mendigo, está soltero y sin compromiso.
Fotos: ROBERTO BARRIOS
Las ventas de latas y hierros es su única forma de subsistir.
Según el mendigo, está soltero y sin compromiso.
Fotos: ROBERTO BARRIOS
Las ventas de latas y hierros es su única forma de subsistir.
Según el mendigo, está soltero y sin compromiso.
Fotos: ROBERTO BARRIOS
Las ventas de latas y hierros es su única forma de subsistir.
El incandescente sol, la lluvia y los callejones de cualquier esquina de la ciudad es lo único que acompaña los días de Eladio Castillo, un pepenador que deambula por las calles de Calidonia. “No he podido salir del abismo de las drogas, es muy difícil para mí, con cada dinero que consigo mediante la venta de latas, solo pienso en ir a las barracas a comprar drogas”, son las tristes palabras de este hombre de cuyo cuerpo despide mal olor.
Mientras algunas personas con buen ingreso cambian de auto cada año, el indigente deja atrás sus carretillas y bolsas por algo más moderno; según él, los coches de bebé son más fáciles de conseguir, pero en ellos cabe todo tipo de basura y algunas cosas extras que se encuentre en su camino.
Eladio, de 36 años, quien muestra una expresión de agonía y miseria, reafirmó que las carretillas y bolsas pasaron de moda y que los coches son menos pesados para llevarlos a todas partes. Estos los puede conseguir en cualquier basurero o incluso regalados.
Según el mendigo, su madre trabaja en un almacén y cada vez que se la encuentra por las calles, ella le compra comida para que pueda sobrevivir el día y seguir llevando su coche a todos los barrios que frecuenta.
Una pluma de agua frente a un restaurante de comida china, ubicado en Calidonia, es su principal vital líquido; y a su vez, donde se asea por las mañanas. “Nadie se mete conmigo, los demás piedreros respetan mi territorio”, así lo dijo el indigente.