Diane, una joven estudiante de la universidad, estaba en casa por el verano. Fue a visitar algunos amigos en la noche y por quedarse platicando se le hizo muy tarde, más de lo que había planeado y tuvo que caminar sola a su casa. No tenía miedo, porque vivía en una ciudad pequeña y su casa estaba a unas cuantas cuadras.
Mientras caminaba a su casa, pidió a Dios que la mantuviera salvada de cualquier mal. Para llegar a su casa decidió pasar por un callejón que le servía como atajo para llegar más pronto a su casa. Sin embargo, cuando iba a la mitad, notó a un hombre parado al final del callejón y se veía como que estaba esperando por ella.
Diane se puso nerviosa y empezó a rezar a Dios por protección. Al instante, un sentimiento de tranquilidad y seguridad la envolvió, sintió como si alguien estuviera caminando con ella; llegó al final del callejón y camino justo enfrente del hombre pero no pasó nada y llegó bien a su casa.
Al día siguiente, leyó en el periódico que una chica había sido violada en aquel mismo callejón. Ella comenzó a llorar dando Gracias a Dios por haberla cuidado y le rogó que ayudara a la otra joven. Decidió ir a la estación de policía a reconocer el sujeto que ella había visto. Luego pidió al policía que le preguntara al hombre por qué no la atacó a ella cuando pasó por el mismo callejón.
Cuando el policía le preguntó al hombre él contestó: "Porque ella no estaba sola, había dos hombres altos caminando uno a cada lado de ella". Es importante que en cada acción que hagamos tengamos presente a nuestro Padre Celestial.