Mientras muchos panameños pensaban en el pavo y el jamón, o en la vestimenta que usarían para recibir el nuevo año, otros, como la familia Lima, no contaban en su mesa con una manzana o un pernil, ni siquiera con un pedazo de pan, ya que son tan pobres que celebrar estas fiestas sería un gran lujo, el cual ellos no pueden darse.
Ocho son los miembros de esta familia, Ardemio Lima, su esposa Sabina y sus siete hijos se vieron obligados a emigrar de su pueblo, empujados por la falta de oportunidades de trabajo.
"Nosotros somos de El Guayabito de Veraguas, allá no hay plata, por eso emigramos a La Raya de Calobre".
Una casa sin paredes, con piso de tierra, camas con sus colchones de cartones y una carreta que hace de cama son las únicas pertenencias que poseen estos infortunados.
El poco dinero que ganan lo consiguen trabajando la tierra, ya sea sembrando sandía o limpiando potreros donde la jornada es muy agotadora y la paga es muy poca.
Por este último sólo pagan 4.00 dólares la jornada.
"En las noches pasamos problemas con los mosquitos, en agosto del pasado año nos enfermamos con malaria y, gracias a Dios, personal de salud nos visitó y nos trajo las medicinas", dijo el cabeza de familia.
Además, los niños perdieron el año escolar porque a veces tienen que ayudar con el trabajo y no tenemos plata para enviarlos a la escuela".
A pesar de la situación en que viven los niños de este hogar, sonríen con la inocencia que los caracteriza, y sólo esperan que la prioridad no sea el trabajo, sino el juego y la diversión.
"Con lo poco que yo consigo mis hijos se sienten conformes, nunca me han reprochado nada y siempre han estado dispuestos a ayudarme en el trabajo.
A pesar de su corta edad, saben que nuestra situación no es la mejor".
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