Orar es hablar con Dios en forma personal y confiada. Nos dirigimos a Dios para pedir, agradecer, alabar y confesar. La Biblia nos invita a cultivar este diálogo. Podemos confiar en que Dios atienda nuestras súplicas, dejando en sus manos cuándo y cómo ha de cumplirlas.
Sólo podemos establecer esa relación de amistad con Dios a través de Jesucristo, quien tomó nuestro lugar en la cruz para que pudiéramos tener paz con Dios.
Cuando oramos, afirmamos nuestra fe, confirmamos lo que somos en Cristo, reconocemos nuestra debilidad, dependencia y necesidad de Él, y fortalecemos los lazos de amistad con nuestro amado Salvador.
Los resultados de ese encuentro: una paz que sobrepasa todo entendimiento y una gratitud inmensa hacia nuestro Padre celestial por su gran e inefable amor.
|