Se cuenta que Don Pedro II, emperador del Brasil, compadecido de ver tantos pobres enfermos que andaban tirados por las calles o que morían abandonados en míseras casuchas, se propuso levantar en Río de Janeiro un gran hospital.
Para esto acudió a los buenos sentimientos de su pueblo. Pero el pueblo no respondió y los ricos se hicieron de oído sordo.
Es así que, conociendo los deseos de los ricos plebeyos de obtener un título nobiliario, mandó proclamar que los que aportaran una cantidad considerable de dinero, para fines benéficos, serían condecorados por el Emperador con títulos nobiliarios como marqueses, duques y condes, según fuese la cantidad del donativo. Además, todos los oferentes serían homenajeados en una gran placa de mármol en el frontispicio del nuevo hospital de beneficencia.
Pronto se llenó la lista y el levantar el hospital fue ya cosa de poco tiempo. El día de su inauguración fue grande la expectación, por ver la gran placa de mármol cubierta en terciopelo rojo, colocada en la parte central del frontispicio.
Cuando Don Pedro develó la placa, todo el pueblo pudo leer estas palabras en letras de oro: "Vanitas Humana, miseriae humanae" que traducida del latín significa "La vanidad humana a la miseria humana". Con esto, Don Pedro II le dio una gran lección de humildad a su pueblo. Cuando tú ayudes a los necesitados, "que no sepa tu mano izquierda lo que hace tu mano derecha".
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