Otras prendas adornaron su cuerpo. Su enamoramiento con las piedras preciosas comenzó cuando era una niña. Su primera compra fue un broche que le regaló a su madre y de ahí en adelante fueron sus sucesivos esposos, quienes alimentaron su pasión por las gemas. Especialmente su tercer marido, Mike Todd.
Todd fue el encargado de regalarle una de las piezas más valiosas de su extraordinario tesoro: un espectacular collar de diamantes y rubíes, además le dio la tiara que usó en los Óscar de 1956.
Burton también la llenó de detalles. El diamante blanco Taylor-Burton es considerado como el más representativo de su colección, pues tiene la forma de una pera y tiene 69 quilates. Este fue adquirido en 1969 por la suma de 1.2 millones de dólares.
Otra de las piedras favoritas de Liz Taylor fueron las esmeraldas y Burton le regaló un broche de estas acompañado de diamantes, que para la boda fue complementado con un collar.
Una de las anécdotas más recordadas fue cuando estuvo frente a la princesa Margarita. En la ocasión, al saludar a la actriz, la princesa quedó sorprendida por un anillo que llevaba puesto Taylor, el cual tenía un enorme y pesado diamante. En opinión de Margarita, era francamente vulgar. Al notar lo que pasaba por la mente de la "royal", Taylor le preguntó: "¿Por qué no se lo prueba?". Margarita se probó la joya. "Ya no se siente tan pesada, ¿no es así?", le dijo a continuación la estrella.
En total, Elizabeth Taylor tenía una de las mayores colecciones privadas del mundo, en donde destacaban piezas de JAR, Boucheron, Bulgari, Cartier, Chopard, Schlumberger, Tiffany, Van Cleef & Arpels y David Webb.
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