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  domingo 1 de abril de 2007 enviar por email versión para imprimir
  OPINION
HISTORIAS
Confía en Dios

Redacción | DIAaDIA

Cuentan que un alpinista se preparó durante varios años para conquistar el Aconcagua. Su desesperación por proeza era tal que, conociendo todos los riesgos, inició su travesía sin compañeros, en busca de la gloria sólo para él. Empezó a subir y el día fue avanzando, se fue haciendo tarde, y no se preparó para acampar, sino que decidió seguir subiendo para llegar a la cima ese mismo día. La noche cayó con gran pesadez en la altura de la montaña y no se podía ver nada. Todo era negro, no había luna y las estrellas estaban cubiertas por las nubes. Subiendo por un acantilado, a unos cien metros de la cima, se resbaló y se desplomó por los aires.

Caía a una velocidad vertiginosa y en esos momentos, pasaron por su mente todos los gratos y no tan gratos momentos de su vida, pensaba que iba a morir, pero de repente sintió un tirón muy fuerte que casi lo parte en dos... Como todo alpinista experimentado, había clavado estacas de seguridad con candados a una soga que lo amarraba de la cintura. No le quedó más que gritar: "¡Ayúdame, Dios mío!". De repente, una voz profunda de los cielos le contestó: "¿Qué quieres que haga?". Él respondió: "Sálvame, Dios mío". Dios le preguntó: "¿Realmente crees que yo te puedo salvar?" "Por supuesto, Dios mío", respondió. "Entonces, corta la cuerda que te sostiene", dijo Dios.

Al día siguiente, el equipo de rescate que llegó en su búsqueda, lo encontró muerto, congelado, agarrado con fuerza, con las dos manos a la cuerda, colgado a sólo dos metros del suelo.

 

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