Cayó una zorra en un profundo pozo, viéndose obligada a quedar adentro por no poder alcanzar la orilla.
Llegó más tarde al mismo pozo un chivo sediento, y viendo a la zorra, le preguntó si el agua era buena.
Ella, ocultando su verdadero problema, se deshizo en elogios para el agua, afirmando que era excelente, e invitó al chivo a descender y probarla donde ella estaba.
Sin pensarlo más, saltó el chivo al pozo, y después de saciar su sed, le preguntó a la zorra cómo harían para salir allí.
Dijo entonces la zorra:
-- Hay un modo, que sin duda es nuestra mutua salvación. Apoya tus patas delanteras contra la pared y alza bien arriba tus cuernos; luego yo subiré por tu cuerpo y una vez afuera, tiraré de ti.
Le creyó el chivo y así lo hizo con buen gusto, y la zorra trepando hábilmente por la espalda y los cuernos de su compañero, alcanzó a salir del pozo, alejándose de la orilla al instante, sin cumplir con lo prometido.
Cuando el chivo, desde el fondo, le reclamó la violación de su convenio, se volvió la zorra y le dijo:
-- ¡ Oye socio, si tuvieras tanta inteligencia como pelos en tu barba, no hubieras bajado sin pensar antes en cómo salir después !
Cuando quieras comprometerte a hacer algo, piensa primero en las consecuencias. Si tienes dudas, verifica antes si podrías salir de aquéllo después; pero medita escuchando tu voz interior, sin tomar en cuenta lo que te ofrezcan otros.
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