Sorprendido, el saltamontes dijo mientras su amigo se alejaba: ¡Debes estar loco!, ¿Cómo podrá llegar hasta aquel lugar una simple oruga? Una piedra será una montaña, un pequeño charco un mar y cualquier tronco una barrera infranqueable, replicó. Y sin poder contener la risa, el escarabajo agregó: Ni yo, con patas tan grandes, intentaría algo tan ambicioso.

Pero la oruga continuaba su camino a pesar de que la araña, el topo, la rana y la flor también le aconsejaron desistir. ¡No lo lograras jamás!, le dijeron.

En su interior había un impulso que lo obligaba a seguir. Ya agotado y sin fuerzas decidió parar a descansar construir con su último esfuerzo un lugar donde pernoctar. "Estaré mejor" - fue lo último que dijo, y murió.

Por días, todos los animales del valle miraron su restos. Ahí estaba el animal más loco del pueblo, que murió por querer realizar un sueño irrealizable.

Una mañana en la que el sol brillaba de una manera especial, los animales se congregaron en torno a lo que se había convertido en una advertencia para los atrevidos. De pronto quedaron atónitos.

Aquella concha dura comenzó a quebrarse y con asombro vieron unos ojos y una antena que no podían ser la de la oruga que creían muerta. Poco a poco, fueron saliendo las hermosas alas arcoiris de aquel impresionante ser que tenían frente a ellos: una mariposa.

No hubo nada que decir, todos sabían lo que haría: se iría volando hasta la gran montaña y realizaría su sueño; el sueño por el que había vivido, por el que había muerto y por el que había vuelto a vivir.