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¡AQUÍ Y AHORA!
Ahorrándome el psicólogo...

El Titín | DIAaDIA

Yo no sé si la audiencia lo ha notado o lo sabe, pero los periodistas somos unos de los profesionales más arrogantes que existen. Nos creemos que todo lo sabemos. Opinamos de todo. Descalificamos y juzgamos a todos e, inclusive, creemos tener derechos especiales que no tienen los demás.

Ejemplos sobran en este país de lo que arriba escribo. Solo encienda la radio y escuchará a una cantidad de periodistas, seudoperiodistas, comentaristas y descarados que ahora se hacen llamar comunicadores o analistas, opinando de todo, criticando a todos o apoyando causas o personajes que les convienen a sus bolsillos. Yo le llamo a eso 'perrodismo'.

En televisión vemos cómo, literalmente, cualquiera sin capacitación alguna se hace llamar periodista o reportero, sin importarles a sus productores y directores sus evidentes, vergonzosas y penosas deficiencias profesionales. Solo tómese el tiempo de analizar con la mente fría, sin pasiones, y verá cómo algunos ni siquiera saben la diferencia entre "hay", "ay" y "ahí". Ahora los periodistas dejaron de reportear para opinar. Los "anchors", de presentar para protagonizar.

En la prensa escrita pasa lo mismo, solo que acá se les exige, como mínimo, que sepan escribir bien aunque a varios se les han ido unos horrores de ortografía y sintaxis que Cervantes se volvería a morir de leerlos. Los de prensa escrita descalifican, con la arrogancia característica, a la gente que hace televisión o radio. Se creen más periodistas que el resto de los colegas de los medios.

Los colegas -del medio que sea- se creen más poderosos que nadie. No quieren formar filas, quieren trato especial en eventos, en conciertos; estacionarse donde les da la gana, tener una placa especial de prensa y pobre del que ose no complacer sus exigencias porque enseguida sacan su carné de periodistas, dizque para causar respeto o miedo cuando con esa acción lo que hacen es denigrar la profesión. A varios le fascina sentirse "poderosos" y se hacen llamar amigos del ministro, del político, del artista, los tutean y les resulta importante, y les da otro estatus, el hacer alarde de su amistad con el poder. ¡Grave error! El respeto se gana con un buen trabajo periodístico. ¡Contra eso, nadie!

Sin ánimos de ofender, al periodista se le está olvidando su esencia. Los periodistas debemos ser agentes de cambio. Debemos estar lo más alejadamente posible del poder porque cuando un político te quiere como periodista es porque no has hecho bien tu trabajo. El periodista debe tener fuentes y saber diferenciar las amistades a la hora de hablar en la radio, televisión o al escribir una nota. El periodista tiene y debe practicar lo que profesa. No tiene por qué recibir privilegios especiales que el resto de la población no recibe. No tiene una patente de corso para hacer lo que le da la gana en nombre del ejercicio.

¡Me desahogué! ¡Me ahorré el psicólogo! Hoy es miércoles de lotería. Ojalá la suerte me acompañe y gane aliados del buen periodismo y no del 'perrodismo'. ¡A ver cuál ladra!

Escriba a: [email protected]





   
 
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