Toda una vida. Alfonso Cáceres tiene 33 años de vender raspaos por diversas calles de la ciudad capital, empleo con el que graduó a sus ocho hijos y actualmente ayuda a educar a cuatro nietos.
Y es que con su don de gente y con lo rico que hace los raspaos siempre tiene clientes. Tal es el caso de los estudiantes del Centro Básico General Manuel Amador Guerrero de El Chorrillo, quienes lo rodean a la hora de la salida para comprar su producto.
Él recordó que en 1978, debido a la falta de un empleo y con la desesperación de uno, le llamó la atención vender estos refrescos.
Todos los días madruga, pues vive en Burunga en Arraiján y desde que son las 5: 00 a.m. está de pie para llegar temprano a la Cooperativa Pescadores en El Chorrillo, en donde guarda su carretilla.
Nunca se mantiene en un solo sitio, pues le gusta buscar a sus clientes para terminar la venta temprano y dedicarle tiempo a su familia. Él recorre Santa Ana y El Marañón, y con la bendición de Dios jamás le han robado.
Mientras conversaba todas las hazañas vividas durante su carrera como comerciante, despachaba los raspaos, que ofrece de distintos sabores.
Alfonso manifestó que hace unos años atrás el negocio era más rentable, pues todos los insumos han subido de precio.
Manifestó que el bloque de hielo antes le costaba 0.75 y ahora subió $1.50; el paquete de vasos a 0.75 y ahora $3.25, la lata de leche condensada 0.50 y actualmente $2.50. "Me acuerdo que el primer raspao lo vendí a 0.10 y ahora los vendo a 0.30", rememoró.
Alfonso le pide salud a Dios para seguir trabajando y continuar viviendo junto a su esposa Felicia Rosales, sus hijos y cuatro nietos.
BARATO
Alfonso no sube el precio de sus raspaos, porque sus clientes son niños y a veces no tienen para comprarlos.
|