A eso de caer y volver a levantarte, de fracasar y volver a comenzar, de seguir un camino y tener que torcerlo, de encontrar el dolor y tener que afrontarlo, a eso no le llames adversidad, llámale SABIDURÍA.
A eso de sentir la mano de Dios y saberte impotente, de fijarte una meta y tener que seguir otra, de huir de una prueba y tener que encararla, de planear un vuelo y tener que recortarlo, de aspirar y no poder, de querer y no saber, de avanzar y no llegar, a eso no le llames castigo, llámale ENSEÑANZA.
A eso de pasar días juntos radiantes, días felices y días tristes, días de soledad y días de compañía, a eso no le llames rutina, llámale EXPERIENCIA.
A eso de que tus ojos miren y tus oídos oigan, y tu cerebro funcione y tus manos trabajen, y tu alma irradie y tu sensibilidad sienta, y tu corazón ame, a eso no le llames poder humano, llámale MILAGRO.
A cada logro, a cada paso que das, a cada persona que ames, a cada amigo que encuentres, a cada meta que alcances, a todo lo que recibes sin merecer nada, a cada mano amiga que se extiende, a cada deseo concedido, a eso no le llames triunfo, llámale AMOR DE DIOS.
Pero por cada demostración del amor de Dios en tu vida, mira hacia el cielo y da gracias; mira en tu interior y analiza si la mereciste; observa a tu alrededor y piensa si puedes proyectar cada bendición de Dios hacia tus semejantes. Si lo haces, a eso llámale GRATITUD.
|