"Sí, me supongo". Martín caminó hacia la ventana. "Hoy se mudó una familia nueva en la acera de enfrente".

Lisa añadió al centro de mesa un tallo de margaritas. "Ojalá en esa familia haya una niña de mi edad".

"Hay una niña", informó Martín. "Y un niño de mi edad. Se llama Joel".

El papá entró al comedor mientras Lisa ponía las flores en la mesa. "Lisa, ese es un ramo bello", observó.

Gracias, dijo Lisa. "Me encanta trabajar con flores. Son de colores tan bonitos que me hacen sentir bonita a mí también".

En ese momento llegó la mamá y puso la ensalada sobre la mesa.

"Me alegro que Dios haya pintado nuestro mundo de colores, comentó la mamá. "Y no sólo las flores tienen color, miren esta ensalada: Lechuga verde, tomates rojos y setas blancas...." Lisa respiró con fuerza y señaló con el dedo a la ventana del comedor: "¿Es esa la nueva familia, la que está subiendo al auto en la vereda de allá en frente?" Todos miraron.

Martín asintió con la cabeza. "Sí, esos son, pero... pero... ellos... ellos no son como nosotros".

"¿Quieres decir que tienen una piel diferente a la nuestra? ¿Qué diferencia hace eso? No todas las rosas son rojas. Acuérdate, Dios usó todos los colores para hacer este mundo tan hermoso".

"Yo creo que la familia de Joel es buena gente", aseguró Martín. "Me gusta la gente blanca".