Hay héroes... hay superhéroes... y también está Hancock (Will Smith). Un gran poder implica una gran responsabilidad, -todo mundo lo sabe-, es decir, todo el mundo menos Hancock. Contrariado, sarcástico, problemático e incomprendido, puede que su heroísmo bien intencionado cumpla con las expectativas e incluso salve unas cuantas vidas, pero el daño que deja como secuela no hace sino dejar a la gente boquiabierta. El público está harto, -independientemente de la gratitud que supone contar con un héroe local, los buenos ciudadanos de Los Ángeles han comenzado a preguntarse qué han hecho para merecer a este tipo. A Hancock no le importaba lo que la gente pudiera pensar- hasta que un buen día salva la vida de Ray Embrey (Jason Bateman), un ejecutivo de relaciones públicas, y así el impopular superhéroe comienza a caer en la cuenta de que, después de todo, él también puede ser una persona sumamente vulnerable. Si quiere ver en qué termina está historia, no se la pierda en su cine preferido.
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