Brotaron lágrimas de felicidad. Su mirada profunda reflejaba una tristeza muy grande. Tan fuerte era el deseo de estar con sus hijas, a las que no veía desde hacía más de cuatro meses, que ella soportó el dolor que le causaban sus heridas, estando hospitalizada, lejos del calor de su hogar, con la esperanza de tenerlas a su lado.
Yericenia Sánchez, de 32 años, jamás podrá olvidar aquella mañana del 19 marzo, cuando salió de su casa, ubicada en La Paz de Arraiján, a buscar a su hija al kínder.
Ese día tomó la "chivita", como siempre solía hacerlo, sin saber que en cuestión de segundos su vida daría un giro trágico de 180 grados. El conductor del busito que tomó, perdió el control por fallas en los frenos y se estrelló bajando una pendiente. Del fuerte impacto ella se salió abruptamente del auto y cayó al pavimento.
Medio inconsciente escuchaba los gritos de terror de su hermana y de los pasajeros que viajaban en el transporte de ruta interna. Ese terrible accidente la alejó cuatro meses de su hogar, porque todo ese tiempo estuvo hospitalizada, recuperándose de sus heridas.
El pasado martes, a Yericenia los doctores le dieron de alta; sus familiares tuvieron que pedir un carro prestado para llevarla a su casa en Arraiján.
A su llegada, en un cerro, cubriéndose de la lluvia con una toalla, la esperaban sus hijas Yerisenis, de 8 años, y Susana, de 5. Cuando el auto se detuvo, ambas niñas corrieron y cuidadosamente se fusionaron en un fuerte abrazo con su progenitora.
La felicidad de las pequeñas duró poco, ya que la casita de zinc no tiene las condiciones para que Yericenia viva en ella, por eso no le quedó de otra que dejar a sus niñas e irse a vivir a Chepo, a la casa de su hermana.
Ahora apela a la buena voluntad de panameños que puedan ofrecerle una andadera, una cama cómoda y medicinas. También anhela una casa para mejorar su condición de vida.
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