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Sé feliz también

Redacción | DIAaDIA

Una noche llegó a la ciudad una golondrina, pero sus compañeras ya se habían marchado. No obstante, vio una estatua encima de una columna y decidió pasar la noche allí. Se posó a sus pies, protegió la cabeza debajo de las alas y se durmió hasta que sintió que le caía una gota de agua.

¿Estará lloviendo? -se preguntó. Segura de que llovía decidió buscar mejor sitio para dormir. Pero antes de marcharse, la golondrina vio algo asombroso: la estatua estaba llorando. Esas eran las gotas que la habían mojado.

¿Por qué lloras? - le preguntó la golondrina intrigada.

-Lloro porque, cuando estaba vivo, tenía un corazón como el tuyo y me pasaba las horas jugando en los jardines de mi palacio. Todo me alegraba y por eso me llamaban príncipe feliz.

La estatua le ordenó a la golondrina llevar uno de sus ojos de diamantes y entregarlo a una familia pobre y luego regresó.

-¡Qué extraño! Con todo el frío que hace, siento un calorcillo que me crece en el pecho, comentó la golondrina.

-Te sientes así -comentó el príncipe- porque has obrado bien. Toma ahora mi otro ojo y entrégaselo a aquella niña que busca pan para su familia. Y así trabajaron en conjunto por mucho tiempo. Luego empezó a nevar. La golondrina seguía contándole a la estatua todo lo que no podía ver, pero un día lamentablemente su fuerza acabó. Se despidió del príncipe y cayó muerta a sus pies. En ese momento también cayó al piso el corazón de plomo de la estatua y se partió.

El día en que Dios pidió a sus ángeles que le llevaran las cosas más hermosas de ese pueblo, le entregaron una hermosa golondrina y un corazón de plomo de una estatua.

¿Qué has hecho tú por este mundo?





   
 
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