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El verdadero jonrón de Carlos Lee
Carlos Lee padre junto a un cuadro donde se registran los equipos de su hijo. (Foto: Erick Marciscano / EPASA)

Alonso Solís | DIAaDIA

Doña Olga sostiene su mirada unos segundos. Suspira y sus ojos se trasladan a otra época. Ese recuerdo le hace casi llorar, pero quiere mantener la postura...

Estamos a mitad de los años 90, el teléfono de su hogar suena. Es la voz más dulce para su corazón, la de aquel niño picarón que llevó en su vientre por nueve meses.

"¿Mamá, de qué color lo quieres?", le pregunta su hijo Carlos, quien producto de su esfuerzo en el béisbol profesional le compra el primer regalo a su madre.

"El que sea, pero que no sea color achiote", le responde ella, pensando que es una broma. Lo que no sabe es que Carlos Noriel Lee llegará horas después en aquel vehículo y ella romperá en prismas del alma.

Y es que para la señora Olga todo es un sueño, desde aquellos pasos por el kínder y esos recuerdos de juventud que ella lleva de su querido "Carlitos". "Yo era educadora. Con mi esposo, que también es educador, siempre le dimos a él lo mejor que podíamos; a pesar de que era travieso, iba muy bien en los estudios".

Olga nos confiesa que cuando Carlos Lee se fue a Estados Unidos, ella no quería. "No, yo lloraba, no quería que se fuera. Los 'scouts' venían acá en fila y a mí me molestaba porque se lo querían llevar. Él hasta se puso de rodillas para que lo dejara ir, al final, firmamos y se fue, pero yo estaba muy triste, era una tristeza muy grande no tenerlo. El primer año fue así, luego se me quitó. Él siempre me decía que estaba bien, nunca se quejó".

EN EL PRESENTE
"Yo soy la que más nerviosa está por ese cuadrangular 300. Yo sé que Carlos también, aunque dice que no. Acá esa es nuestra alegría que se dé, porque sabemos que es uno de sus sueños"...

¿Y EL PADRE?
Carlos Lee padre no sabe qué pensar. No se lo cree, está entrando al estadio, por primera vez en su vida, su piel es de cordero, su mirada lejana. Es 1999 y confundido sólo escucha a esos fanáticos coreando el nombre de su hijo... "La verdad que no solté lágrimas ese día, pero por dentro estaba llorando. Fue muy hermoso, es un día inolvidable en mi vida"...

"Es increíble ver cómo quieren a Carlos. En Houston tiene la Esquina del Caballo. Y le llaman así cada vez que va al bate. Caballo, así mismo en español", describe el padre.

"De niño Carlos me decía, papá, yo quiero ser cuarto bate como tú. Él era mi compañerito, los domingos asistíamos a jugar bola suave. En la casa pusimos los dos sistemas de cable para no perdernos un partido".

ANECDOTAS
Carlitos acaba de graduarse de kínder, tiene cinco años. De pronto Olga le entrega un presente por el logro familiar, él no sabe qué es, ella sí. Carlitos lo toma, lo mira, lo analiza, corre con él, se lo pone en su mano y más nunca su vida será la misma, es su primera manilla.

"A Carlos le encantaba jugar de todo. Voleibol, baloncesto y béisbol. Siempre andaba con una pelota. Cuando era joven, no se había graduado en el Rodolfo Chiari y ya se lo querían llevar".

Hoy Carlos descansa en Houston. Está a un cuadrangular de hacer más grande su leyenda para Panamá, de alcanzar su jonrón N.º 300.

La pelota pasará por encima de esa verde baranda, como el Romance Sonámbulo de Lorca y, entonces, sólo entonces, aquellos dos personajes se podrán abrazar y juntos volver a sollozar... Don Carlos y Doña Olga... dos personajes en una historia de sueños... sueños de una noche de verano.





 
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