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Eduardo Soto Eduardo Soto | Director, DIAaDIA | Director, DIAaDIA

A mi amigo Paco lo dejó la mujer. Cuando él la conoció era un chiquilla con una negra cabellera de película, y la piel trigueña y brillante como el caramelo. Tenía la boca grande, para la risa plena y los besos largos, pero lo que a él le gustó más fue su mirada de gata en celo. A mi amigo Paco lo dejó la mujer. Cuando él la conoció era un chiquilla con una negra cabellera de película, y la piel trigueña y brillante como el caramelo. Tenía la boca grande, para la risa plena y los besos largos, pero lo que a él le gustó más fue su mirada de gata en celo.

Vivieron juntos desde antes que ella terminara el bachillerato. Clandestinos. Ella le decía a sus padres que iba a hacer tareas, pero no. En lugar de biblioteca, un cucurucho sombrío y apolillado la esperaba. Desde que pisaba el cuarto, los libros iban a parar en un rincón, y ella se echaba en otro, donde hacía y deshacía un largo y ruidoso amor con Paco.

Vivieron juntos desde antes que ella terminara el bachillerato. Clandestinos. Ella le decía a sus padres que iba a hacer tareas, pero no. En lugar de biblioteca, un cucurucho sombrío y apolillado la esperaba. Desde que pisaba el cuarto, los libros iban a parar en un rincón, y ella se echaba en otro, donde hacía y deshacía un largo y ruidoso amor con Paco.

A medio camino, cuando ya la jovencita tenía cédula, la naturaleza hizo lo suyo: una bebé. Paco, como buen chiricano criado a fuete y candela, se hizo cargo. Sin embargo, la chica evitó en todo momento que mi amigo reconociera la criatura. Le ponía peros. Decía que después, que ese día no podía ser, porque la habían llamado para un trabajo, o porque simplemente no, y punto.

A medio camino, cuando ya la jovencita tenía cédula, la naturaleza hizo lo suyo: una bebé. Paco, como buen chiricano criado a fuete y candela, se hizo cargo. Sin embargo, la chica evitó en todo momento que mi amigo reconociera la criatura. Le ponía peros. Decía que después, que ese día no podía ser, porque la habían llamado para un trabajo, o porque simplemente no, y punto.

Pero aceptaba con gusto la plata que, sin falta, Paco le iba dando que si para la leche, las ropitas, los aretes, y sobre todo para calmarle a la bebé un asma inclemente que todavía debe sufrir.

Pero aceptaba con gusto la plata que, sin falta, Paco le iba dando que si para la leche, las ropitas, los aretes, y sobre todo para calmarle a la bebé un asma inclemente que todavía debe sufrir.

Un día Paco regresó del trabajo, cansado, con ganas de ver a la chichí, que tanto lo relajaba. Pero el cuarto estaba vacío. La de los ojos de gata se había llevado todo, incluidos unos cuantos dólares que estaban bajo el televisor.

Un día Paco regresó del trabajo, cansado, con ganas de ver a la chichí, que tanto lo relajaba. Pero el cuarto estaba vacío. La de los ojos de gata se había llevado todo, incluidos unos cuantos dólares que estaban bajo el televisor.

Se había ido con un tipo, el de toda la vida, el verdadero padre de la bebé, con quien siempre mantuvo contacto, y con quien compartía el dinerito que mi amigo Paco entregaba de todo corazón.

Se había ido con un tipo, el de toda la vida, el verdadero padre de la bebé, con quien siempre mantuvo contacto, y con quien compartía el dinerito que mi amigo Paco entregaba de todo corazón.

En estos días me lo encontré, y con una risa amarga, pero de oreja a oreja, me dijo: "Y dicen que los hombres somos perros y perversos (...) no saben qué frío es el puñal de la traición de una mujer".

En estos días me lo encontré, y con una risa amarga, pero de oreja a oreja, me dijo: "Y dicen que los hombres somos perros y perversos (...) no saben qué frío es el puñal de la traición de una mujer".

       
   
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