Decidió lavar y cuidar carros para ayudar a su madre. Años más tarde, Alberto Padilla, de 43 años, se fue a vivir con la que ahora es su esposa y su trabajo pasó a ser el sostén de su hogar.
"Beto", como lo conocen sus compañeros de faena, ha educado y mantenido a sus hijos de 16 y 13 años, quienes viven con su esposa y él en Santa Librada. Hoy, con 20 años de experiencia en esta dura faena, ha hecho su lugar de trabajo en los alrededores del Banco Hipotecario Nacional de calle 40, avenida Chile.
Optó por cuidar y lavar carros, porque en aquellos tiempos era difícil que lo nombraran si no iba recomendado por una persona. Y qué tiempos aquellos: una lata cuadrada donde antes vendían aceite la usaba para echar agua y sacarle brillo a los autos.
En el gobierno anterior, trabajó en una institución pública y realizaba ambos trabajos. Ahora se dedica de lleno al que fuese su primer trabajo, desde las 6 a.m. hasta la 1 p.m.
Como gran trabajador que es, Beto le fía a sus clientes, porque cuando él no tiene ellos también le ayudan.
El agua que utiliza se la ofrecen los empresarios del sector, debido a que se ha ganado la confianza. En agradecimiento les hace mandados y otros favores a los empleados y a sus clientes.
Dijo que antes no había tanta competencia y se hacía más plata. Sin embargo, es consciente de que entre todos los del grupo se ayudan unos a otros.
Cuenta que a veces la gente no quiere pagar lo que cuesta la lavada de un carro y tiene que conformarse con lo que le den, para evitar inconvenientes.
Aclaró que algunos piedreros quieren sólo recoger plata para su vicio, le roban a los dueños de los carros y perjudican a los demás que llevan el pan honradamente a sus hogares.
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