"El amor y la amistad han perdido cuerpo, porque la cultura burguesa ha hecho todo el esfuerzo posible por hacer aparecer a la personalidad productiva como un pecado."
Rodrigo Quesada
Muchas veces he escuchado afirmaciones como las siguientes: "Desde que se fueron los gringos, aquí ya no hay plata" o "Voy a comprar mi pedacito de lotería y resolveré mis problemas" o "Hay que aprender a hablar chino o japonés, pues son las potencias del futuro" o "Hay que cuadrarse con el presidente Hugo Chávez, pues el petróleo venezolano va a resolver nuestra actual situación".
¿Qué pueden tener en común todas estas oraciones? Además de no ser muy afortunadas, me parece evidencian un ansia por buscar las respuestas y las soluciones fuera del ámbito de la responsabilidad personal y nacional. Así es, son síntomas de impotencia y facilismo, de falta de imaginación y creatividad; pero también son hartura del dolor que provoca el saber que el destino no está en las manos propias, sino en el vaivén de intereses ajenos.
Siendo las cosas así, ¿por qué no jugar el juego de las potencias? O ¿para qué insistir en buscar soluciones si al final nos van a imponer un programa inventado? ¿Por qué no esperar que sea la magia o la suerte quien resuelva el asunto si total no nos van a dejar llevar adelante nuestros planes?
No tengo respuestas a estas últimas preguntas, por lo menos no las acostumbradas reflexiones que en este momento podrían sonar a moralina y prédica superficial. Sólo tengo dos datos. El primero, el canal de Panamá ha reportado más ganancias al país en los siete años que lleva revertido a nuestra nación que en los 85 años de administración gringa. El segundo, si se ahorra lo gastado en lotería semanalmente, al final de año se tendría un capital, quizá pequeño, pero muy decente.
Quizá tengamos que acuñar otras nuevas afirmaciones; algo como: "No hay recetas ni atajos" o "Las varitas mágicas ya expiraron" o "Nadie va a hacer por nosotros lo que nos toca hacer a nosotros".
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