F ue en esa época que aparecieron extrañas enfermedades y de un minuto a otro fueron dejando ciudades y pueblos vacíos.
En esos pueblos había quedado un solo árbol que, ya moribundo, languidecía en el yermo de una tierra mutilada por la ignorancia y la ambición.
Fue en esa época que aparecieron extrañas enfermedades y de un minuto a otro fueron dejando ciudades y pueblos vacíos.
Nadie sabía qué hacer y la desesperación se convirtió en el dueño de ese mundo, donde la única esperanza estaba cifrada en la ciencia del futuro.
Fue en esos días que algunos escucharon hablar de un anciano que vivía escondido y que ocultaba la única medicina capaz de curar el extraño mal.
Cuando algunos llegaron hasta su morada les dijo con voz firme y serena: - Vayan al único árbol que les queda...Abrácense a él fuertemente, pídanle perdón.... y serán curados
Los más desesperados que se arrastraban por esas tierras, que en el pasado habían conocido progreso, corrieron hacia el último árbol, se abrazaron con desesperación a su tronco y pidieron clemencia.
Al cabo de un tiempo, la gente empezó a cuidar este último árbol que les quedaba y rogaban para que viviera y les diera semillas para plantar nuevos árboles.
El anciano de la montaña tenía razón pues la medicina está en el Árbol, primer hogar de los hombres y respiración de todos los seres vivos.
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