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  OPINION
Disparatorio 5

Redacción | DIAaDIA

De repente hace falta tiempo. He llegado a pensar que el reloj de la vida se me volvió loco, y por simple paranoia corta las horas a la mitad. Tal vez sea por pereza mental que se resiste a marcar el paso. O a lo mejor (!!!) está viejo.

A veces pienso que es al revés: Las manecillas no avanzan muy rápido, si no que se detuvieron, y soy yo quien va en contramarcha, obstinado en desandar el camino, porque dejé extraviado algo en el pasado, y quiero traerlo de vuelta para chuparle el jugo que no pude, o no supe, ayer.

Lo cierto es que 24 horas no me alcanzan como antes. Recuerdo aquellos días de mis diecinueve años, cuando andaba de mochila al hombro cada fin de semana, levantando carpas monte adentro, y compitiendo para ver qué cajetilla de fósforos estaba mejor "curada" y podía soportar una prolongada sumergida cuando nadábamos en el río; tocaba guitarra en el coro y componía de noche; salía a las misiones católicas, estudiaba filosofía, ayudaba a organizar ferias y festivales para los niños del barrio, y hasta me sobraba aliento para tener varias novias y grabar un vídeo musical atolondrado, que no logró nada en un concurso de aficionados, pero nos sirvió para que, el día de la premiación, pudiéramos entrar por primera vez en un hotel cinco estrellas y tomáramos champaña.

Sudaba adrenalina. La vida hervía borbotones. Era el tiempo que se me estiraba ahí enfrente, y me dejaba hacer el acto de magia de estar en todas partes como si fuera un ánima.

Este milagro me permitió tener dos trabajos, estudiar periodismo, casarme, hacer y mantener los hijos, escribir cuentos y poesía de la mala, bautizarme como bohemio y aprendiz de borracho, y endeudarme hasta la coronilla.

Las cosas son bastante diferentes hoy. No bien he cerrado los ojos, y ya tengo que separar la espalda del colchón. Me asomo a la calle, y alguien en alguna parte pone un pie en el acelerador del tren bala en que se ha convertido la vida. Raudos me atraviesan los acontecimientos, y no yo a ellos..., como antes. Están pasando a paso veloz, y no puedo tocarlos.

Antes podía leer dos y tres libros a un tiempo. Hoy, cuando termino un capítulo, alguno de mis hijos ya ha crecido una pulgada nueva y no me di ni cuenta. Algo raro está pasando, y no sé qué es, pero asusta. Para enfrentarlo, voy a hacer el exorcismo de comprar agenda nueva y exprimir cada segundo con un plan de guerra a muerte. Y, además, conseguiré una mochila.

   
 
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