RICARDO ARTURO RIOS TORRES
La primera vez que desfilé fue como niño explorador. Pantalón corto, camisa caqui, pañoleta al cuello, en la cintura una cantimplora llena de agua, en la cabeza una boina verde. ¡Qué orgullo! Durante todo el desfile, con mi brazo derecho, cargué un bordón (que aún conservo) con el banderín de mi patrulla. También, durante todo el desfile, estuve deslumbrado por todas las niñas lindas que desde la acera me veían marchar. ¡Qué lío fue marcar el paso! El jefe de la tropa me regañó.

Ahora soy profesor de biología, pero me llama la atención la cantidad de fiestas locales y nacionales que se celebran durante el mes de noviembre. Los gritos de independencia se confunden con las efectivas independencias. Sí, independencias, en plural.

Hay festejos el 3, 4, 5, 8, 9, 10 y 28 de noviembre. ¡En Panamá, la patria se toma en serio! Tenemos dos emancipaciones. La Independencia de España y la Separación de Colombia. De repente y en el futuro, algún gobierno caerá en cuenta que el 31 de diciembre de 1999, cuando el Canal de Panamá, efectivamente, se convirtió en el Canal de Panamá es una fecha que suena igualmente a liberación.

Sigo. El 10 de noviembre de 1821, en La Villa de Los Santos, un pueblo del interior, dieron el Primer Grito de Independencia. Pero los capitalinos no podían quedarse atrás, porque para eso son los capitalinos. Para no dejar que los interioranos les ganaran la partida, consolidaron la Independencia el 28 de Noviembre. Claro, tenían que hacerlo a su modo, ¿y cómo fue eso? Desligarse de España para de una vez, así, bien rapidito, unirse al sueño del Libertador Bolívar: La Gran Colombia. ¡Y ese sueño no duró mucho! Nos costó 73 años despertar de esa pesadilla.